El Liceo despide con 'Norma' una temporada marcada por el talento local

Hernández nos guía por los pasillos, como Pedro por su casa. Al llegar a los camerinos, podemos empezar a charlar de sus recuerdos. «Cogí una excedencia que podía renovar anualmente, un máximo de cinco veces», explica. «Cada año me decían: 'Airam, tú sabes que no vas a volver, ¿verdad?', y efectivamente, al quinto año ya empezaba a tener bastantes compromisos, un agente… y fue cuando me despedí».

Se acerca la hora del ensayo a la italiana, el que se hace con toda la orquesta ya en el foso, pero con el coro y los cantantes sentados en sillas en el escenario, concentrados en la música y olvidándose de los 1.200 crucifijos que los rodean. Le pregunto si necesita tiempo para vocalizar. «¿Con todo el rato que llevamos hablando?», me contesta entre risas. Me cuenta que suele calentar lo justo, para no cansarse demasiado. «Creo que era Kraus quien decía que a nosotros nos pagan por cantar en el escenario, no en el camerino», remata a carcajadas. Así que vamos a ver la platea y el escenario directamente. Hernández debió de dejar buen recuerdo, porque tras su primera intervención el coro estalla en aplausos a su antiguo compañero.

Cantar 'Norma' no es fácil para nadie. A la complejidad propia de una ópera, se añade la enorme popularidad del título y el cúmulo de interpretaciones de figuras tan enormes como Callas, Pavarotti, Sutherland o Caballé. De hecho, Mathéu es la primera catalana que aborda el papel en el escenario del Liceo desde que lo hiciese 'La Superba', y la segunda española: Ana María Sánchez, encarnó a la sacerdotisa en 2002.

Otra Norma de este reparto, Marina Rebeka, asegura: «Cuando hablo con Marta Mathéu pienso siempre en la Caballé; la gente del sur tiene esta luz, el sol en la sonrisa». Pero también apunta que las comparaciones, en lo que a voces respecta, son simplemente imposibles: «Un mismo cantante canta de manera diferente de una función para otra, lo que importa es si lo que haces gusta o no, si funciona o no, porque la vida es cambio». Mathéu, asiente, y reconoce que «el de Norma no es un papel fácil, pero me he sentido comodísima trabajándolo».

Aun así, algo de las celebridades que los han precedido resuena en sus voces. Airam Hernández, antes de aceptar su primer Pollione hace unos años, consultó con su maestra Mariella Devia: «Trabajé el papel con ella, y cuando me dio el visto bueno, lo acepté». Por su parte, Mathéu recuerda con cariño sus clases con Caballé tras ganar el Premio del Público en el concurso que lleva su nombre en Zaragoza en 2007: «Me pidió que cantara 'Depuis de jour' de Charpentier, porque le traía buenos recuerdos». Al terminar, rememora Mathéu, la abrazó y le dijo: «Canta con el corazón y todo irá bien. Tienes ángel y hay que hacerlo volar».

En su puesta en escena, Ollé y Alfons Flores convierten en el escenario en un bosque con 1.200 crucifijos. Norma sigue siendo una sacerdotisa, solo que no de la Galia del siglo I a.C, sino católica. La obra, para el director de escena, «trata sobre la contradicción entre la líder religiosa y ella como mujer, ser humano, hija y madre» al enamorarse de su enemigo, Pollione, y tener con él dos hijos.

El montaje de Àlex Ollé, encargo de la Royal Opera House, culmina una temporada en la que el Liceo ha apostado por el talento local, con papeles destacados defendidos por voces como las de Serena Sáenz, Elena Sancho Pereg, Sara Blanch, Joan Martín-Royo y Roger Padullés.