«Autores como Zafón o yo somos parte de la marca España»

Entrevista a Javier Sierra: periodista, investigador y escritor de best-sellers

«Autores como Zafón o yo somos parte de la marca España» isabel permuy

Anna grau

Javier Sierra nunca se cansa de exprimir hemerotecas y bibliotecas al acecho de la chispa que hará saltar la inspiración para un nuevo milagro editorial. Las mañanas de los domingos se las funde en caminatas de no menos de tres horas con la mochila -cada ... vez más cargada- al hombro. El esfuerzo suele culminar con un bocadillo de calamares en el bar Brillante, en Atocha, y con la reagrupación familiar, sobre todo con sus pequeños de 4 y 5 años, Martín y Sofía.

No madruga porque los sábados se acuesta siempre muy tarde, le dan las tantas de la madrugada haciendo un programa de radio. Pongamos que se despierta a las diez y que se pone en marcha a las once, previo desayuno de campeón: “cualquier variedad de huevos, zumo de naranja, café, si hay bollería, algo de churros”…Mucho tiene que confiar en sus piernas para quemar todo eso, él que no se declara precisamente deportista, o no precisamente deportista porque sí. “Soy más de caminatas para ir a algún sitio que me interesa que de salir a correr sin rumbo, hace un par de años yo escalé el Monte Ararat, entre Turquía y Armenia, son 5.165 metros, fui con César Pérez de Tudela y debo admitir que mi preparación fue mucho más mental que física, yo tengo que subir esto, y lo subo”, sentencia. Dadle una novela que ambientar, una leyenda que perseguir, y moverá el mundo y se moverá él. Si no es así, ¿que suden ellos? Se ríe.

Marca españa

Exuda esa felicidad de quien no sólo tiene éxito sino que se lo pasa como un enano teniéndolo, que ha triunfado haciendo aquello que más le gusta hacer. Habrá quien considere su situación envidiable en el buen sentido…y en el no tan bueno. Los autores norteamericanos de best-sellers están orgullosísimos y son muy respetados. Los españoles, como el mismo Sierra o como Carlos Ruiz Zafón, parece que tengan que pedir perdón por existir a determinados colectivos. Se lo comento esperando oírle templar gaitas y me sorprende entrando educada pero firmemente al trapo: “yo creo que superaremos esa mentalidad y se acabará reconociendo que autores como Carlos y como yo formamos parte de la marca España, aunque la marca España no nos haya dado nunca las gracias, no nos haya saludado siquiera, nosotros contribuimos a la marca España y a la marca del idioma”.

Sin ir más lejos su último libro para Planeta, “El maestro del Prado”, es un thriller tan erudito como trepidante escrito a mayor gloria de la primera pinacoteca española. Sierra ha urdido una trama donde ciertas obras maestras son puertas literales, no ya simbólicas, a otra realidad. Y hasta aquí puedo leer…sin revelar unos misterios que el autor sostiene que no son fruto de su imaginación calenturienta sino de toda una tradición artística que se remonta al Paleolítico superior, “cuando nuestros antepasados no pintaban en las cuevas de Altamira bisontes, sino almas de bisontes”. Trascendiendo la pintura decorativa para dar el salto a la mágica, a “conectar con algo invisible, con el más allá”, con una exaltación que reaparece en los grandes lienzos 30.000 años después: “del Bosco en adelante, incluido Picasso, utilizan la pintura con el mismo propósito que en Altamira”.

Inspiración en Benedicto XVI

Está claro que donde pone la pluma, Javier Sierra pone la pasión. No descarta, por ejemplo, encontrar inspiración para una nueva obra en la renuncia de Benedicto XVI, una noticia que le impactó enormemente porque la vio con los ojos de un personaje de su libro, el del emperador Carlos V, “que también era alemán y muy culto, y que al final de sus días también decidió abdicar, renunciar al imperio y retirarse a un monasterio de clausura para hacer lo que él llamó la meditatio mortis, la meditación para prepararse para morir, para irse al otro lado; ¿qué hay más importante que eso? Nada”. Pero un emperador, un Santo Padre, ¿no se deben hasta su último aliento al imperio y a la Iglesia? “Es su último reducto de libertad”, afirma el escritor, convencido, “su libertad personal la perdieron hace mucho tiempo, pero les queda esta última bocanada, este canto del cisne”.

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