Javier Sierra convierte a las pinturas de El Bosco y Rafael en un centro del misterio

Para la elaboración de este libro -cuya idea original era haber hecho un ensayo sobre las pinturas del Prado- Javier Sierra, declara en una entrevista que publica ABC, que partió de una pregunta muy sencilla: ¿Cuál es la utilidad que tiene el arte? Según comenta, «el arte nació hace unos 40.000 años en las cuevas de Altamira y del sur de Francia con un propósito trascendente. Cuando un chamán representaba algo del mundo exterior, lo que quería era dominar dicho mundo en un acto mágico. Por lo tanto, la pintura nació con un propósito sobrenatural».

La novela arranca con un jovencísimo Javier Sierra, que recién aterrizado a Madrid a finales de 1990 entabla una serie de encuentros con un extraño personaje que conoció cuando visitaba a menudo el Museo del Prado , Luis Fovel. Éste le introdujo en algunos de los misterios que encerraban las pinturas antes de desaparecer.

Con este libro, el escritor ha pretendido convertir un paseo por el Museo del Prado en «una aventura intrépida», y también ha querido demostrar que «a diferencia de mis anteriores novelas, que se desarrollaban en escenarios exóticos más o menos accesibles, el misterio está a la vuelta de la esquina y que cualquiera puede ir al Museo del Prado».

En la novela aparecen reflejadas pinturas muy especiales, como «El jardín de las delicias», una tablilla de El Bosco que está plagada de misterios y que sirvió de clara inspiración a la pintura surrealista de Salvador Dalí. Otro pintor al que le presta mucha atención este autor es Rafael, artista al que llegó cuando escribía «La cena secreta»: «Rafael era el discípulo favorito de Leonardo Da Vinci y ambos leyeron un libro, el "Apocalipsis Nova", que nunca llegó a imprimirse pero que circulaba manuscrito y que relataba pasajes que no se incluían en el Evangelio, como el hecho de que el verdadero Mesías no fuera Jesús, sino Juan Bautista».