crítica de:
'Al son de la utopía', de Michel Krielaars: cuando la música no amansó a la fiera
Ensayo
Estupendo ensayo sobre cómo el genio musical ruso no dejó de crecer a pesar de la persecución y represión soviética
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Iniciar sesiónLa música, tanto la clásica como la popular, en la Rusia zarista como en la URSS, era considerada como algo intocable. Sin embargo, durante el tiempo de Stalin, compositores, intérpretes, cantantes, profesores y gestores musicales fueron tan perseguidos o más que en otras disciplinas.
Stalin estaba al tanto de todo, asistía a muchas actividades, opinaba oralmente o a través de la prensa, y esto hacía que unos fueran ensalzados, los menos, y otros perseguidos.
ENSAYO
'Al son de la utopía. Los músicos en tiempos de Stalin'
- Autor Michel Krielaars
- Editorial Galaxia Gutenberg
- Páginas 312
- Precio 23,50 euros
Si el dictador y asesino hubiera desarrollado una ayuda a las artes y las letras de una manera positiva y no negativa, la URSS se hubiera convertido en una de las mayores potencias culturales de todos los tiempos. Pero incluso a pesar de aquella represión, el genio ruso no dejó de crear y crecer.
En este libro de Michel Krielaars , periodista e historiador especializado en Rusia, se nos cuenta panorámicamente la historia amarga de la música a lo largo de todo el siglo XX en la URSS. Y lo hace a través de alguna de las personalidades más relevantes. Unas conocidas en Occidente y otras desconocidas. Krielaars recorrió los lugares donde vivieron, habló con amigos y familiares, con especialistas, visitó las casas donde habitaron, hoy algunas transformadas en museos, así como accedió a archivos largamente prohibidos.
Por estas páginas, entre otros muchos músicos, pasan: Sviatoslav Richter (uno de los grandes pianistas); Anna Moskaliova (una de las grandes voces de la ópera); Prokófiev; Shostakóvich; Zaderatski (cuyas partituras fueron destruidas); Skriabin (cuyo museo visita); los cantantes populares: Vertinski, Vadim Kozin, Leshchenko o Klavdia Shulzhenko; Moiséi Vainberg ; la pianista Yúdina; Aleksandr Mósolov; Tijon Jrénnikov o Rostropóvich.
En este magnífico libro comprobamos lo que es vivir en permanente riesgo y crear en el sistema comunista
Jrénnikov fue el Secretario General de la Unión de Compositores, nada menos que desde el año 1948 al 1991. Estas asociaciones formadas por los más mediocres y colaboracionistas del régimen, ejecutaban las órdenes del Partido Comunista y Stalin. Sobre este personaje hay opiniones diversas. Unas afirman que salvó vidas, mientras otras lo acusan hasta de delación. Es muy interesante la conversación que Krielaars mantiene con uno de sus nietos que, por todos los medios, intenta salvar el 'prestigio' de su familiar. Sea como fuere, ¿cómo se puede mantener una persona, durante tantas décadas, en el mismo puesto sin contravenir las normas?
Richter y Anna fue una pareja de conveniencia que vivieron toda la vida juntos. La homosexualidad de ambos se conocía en los círculos musicales pero nunca fueron molestados. El padre del gran pianista fue fusilado en Odesa simplemente por ser el profesor de música de los hijos del cónsul alemán. La pareja tuvo muy buena relación con Shostakóvich que sabía nadar muy bien en aquellas aguas revueltas.
Peor opinión tenían de Prokófiev entregado a la causa comunista pero sin fe alguna. Richter lo había calificado de 'oportunista', 'peligroso' y 'cruel', cuya única preocupación era salvarse a sí mismo aunque fuera a costa de los demás. Richter tocó en el frente durante la Segunda Guerra Mundial y en el funeral de Stalin. Durante años le prohibieron los conciertos por la URRS, luego lo rescataron pero prohibiéndole tocar fuera del país. Poco tiempo después de la muerte de Stalin pudo salir a mostrar su maestría en los EEUU y Europa. Muchas veces tocó con Rostropóvich, su gran amigo y valedor.
Prokófiev, Shostakóvich, Miaskovski o Jachaturian, fueron expulsados de la Junta de la Unión de Compositores porque habían abrazado la música moderna frente a la del realismo socialista.
De Zaderatski apenas quedó alguna partitura. Su obra fue prohibida y destruida. Nació y murió en el mismo año que Prokófiev. Fue profesor de uno de los hijos del Zar y combatió con los blancos contra el Ejército Rojo. En una de sus muchas detenciones, salvó la vida porque al oírle tocar el piano el jefe de la policía secreta de Lenin lo dejó irse. Amigo de Stanislavski, su música fue asemejada a la nazi de Wagner o Strauss. Sin embargo, estaba a la altura de Prokófiev o Shostakóvich. Acabó en Kolima en el gulag.
Penalidades
A Lenin, curiosamente, los cafés, las tabernas y los teatros populares no le agradaban. Stalin, sin embargo, era muy aficionado a la música popular, folklórica y ligera. La Asociación Rusa de Músicos Proletarios se ocupó de mantener el orden. Schlzhenko recorrió cantando los frentes de batalla y se hizo muy famoso por la canción titulada 'El pañuelo azul'. una especie de 'Lili Marleen'. Después de la guerra y sin explicaciones fue retirado de los escenarios y no se difundieron sus discos.
Otra vez tuvo que morir Stalin, uno de sus grandes admiradores, para ser rehabilitado. Otro cantante, Vadim Kozin, admirado también por Stalin, fue represaliado. Al dictador le gustaban mucho las canciones gitanas de las que Vadim era el mejor especialista. Solzhennitsin lo conoció y lo apreciaba mucho.
Moiséi Vainberg, de origen judío, pasó por las mismas penalidades. Afirmó que además a los judíos se los trataba peor que durante el zarismo. Muerto Stalin, también Rostropóvich ayudó a su amigo a recuperar sus creaciones. Shostakóvich dijo de la pianista Yúdina que tocaba como si estuviera pronunciando un sermón. Y Brodski la calificó como 'pianista bíblica'. Se dice que Stalin murió escuchando su interpretación de un concierto para piano de Mozart. En la película, 'La muerte de Stalin' se fantasea sobre este asunto incierto. Tuvo muchos contratiempos por ayudar a los presos de los gulags, pero se salvó de males mayores.
Tocó en Leningrado durante el cerco nazi. Afirmó siempre que «el único camino hacia Dios pasaba por el arte». Aleksandr Mosólov, concertista y compositor, conoció a Lenin y luchó con el Ejército Rojo. Acusado de vanguardista y contrarevolucionario, se le hizo desaparecer como artista.
Leyendo las vidas de estas personas extraordinarias, me entra vergüenza contemplar esta moda de la literatura biográfica o autobiográfica española. Aunque no solo de nuestro país. Ese esfuerzo de hacer nada de la nada. Lean ustedes este libro magnífico y comprueben lo que es vivir en permanente riesgo, lo que es crear en medio del totalitarismo comunista (no me olvido del otro). Gemir por gemir es una desvergüenza. Lean este libro que sobre todo trata de la dignidad humana.
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