ILUMINACIONES
Shostakovich, la música se vuelve peligrosa
La sinfonía número 5 de Shostakovich suscitó el rechazo de la cúpula soviética que le consideraba un compositor burgués
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Iniciar sesiónLa música también es un arma política. E incluso puede ser mortal para su autor. Esto lo sabía muy bien Dmitri Shostakovich, que estuvo a punto de pagar con su propia vida sus composiciones durante el estalinismo. La paradoja es que acabó convirtiéndose en ... un símbolo del arte soviético tras el estreno de su sinfonía ‘Leningrado’ compuesta en 1941 cuando la ciudad estaba sitiada por los alemanes. Shostakovich estaba convencido de su inminente detención tras la reacción del régimen soviético a su sinfonía número 4 y a su ópera ‘Lady Macbeth de Mtsensk’.
Stalin se había marchado enfurecido tras escuchar esta obra. Abandonó el palco indignado tras comentar a sus acompañantes que era «ruido». La Unión de Compositores la calificó de antisoviética, mientras que el periódico ‘Pravda’ presentó al músico como un artista burgués, sin sensibilidad para conectar con las necesidades del pueblo. Casi todas sus piezas, excepto algunas canciones populares, fueron prohibidas. El compositor dormía en la puerta de su apartamento con la maleta dispuesta para no perturbar a su familia en el momento de su arresto. Su mujer estaba embarazada y él, sumido en una crisis creativa. Estaba sencillamente aterrorizado por las detenciones realizadas en su entorno.
Tenía motivos porque 1936 fue el año del inicio de los procesos de Moscú y de ejecuciones de dirigentes históricos como Kamenev, Zinoviev, Bujarin y otros muchos. Entre ellos, el mariscal Tujachevski, amigo íntimo y protector de Shostakovich, que fue interrogado por la naturaleza de su relación con el militar, muy aficionado a la música.
Fue en este contexto cuando Shostakovich tuvo el valor de componer su sinfonía número 5, estrenada el 21 de noviembre de 1937 en Leningrado, donde residía y había nacido. La batuta corrió a cargo de Yevgeni Mavrinski, que dirigió a la Filarmónica de la ciudad báltica. Se trató de un acto de valor porque nadie se atrevía a interpretar sus piezas. Fue un milagro que las autoridades le permitieran estrenar esta sinfonía tras la detención de colaboradores muy cercanos y las demoledoras críticas que había sufrido anteriormente.
El NKVD envió a dos agentes a vigilar el acto. Shostakovich estaba muy nervioso y pensaba que su creación podía significar su ruina definitiva. Pero los 2.000 espectadores se pudieron a aplaudir de manera frenética. Algunos lloraban, otros le aclamaban. «Todos tenían motivos para llorar a alguien, pero teníamos que hacerlo en silencio, debajo de una manta para no ser vistos. Todo el mundo tenía miedo a todo el mundo y había que ocultar los sentimientos», confesó Shostakovich ya tras la muerte de Stalin cuando era una figura indiscutible en la Unión Soviética.
La sinfonía número 5 permitió una catarsis colectiva y su éxito fue creciendo gracias a la propaganda boca a boca. Eso inquietó a la dirección del Partido Comunista, que llegó a pensar que había una conspiración para exaltar a un músico que era considerado peligroso y hostil. Pero finalmente no sucedió nada. Tal vez porque Shostakovich ya era una figura internacional, Stalin decidió no tomar represalias.
La número 5 es probablemente la mejor composición que salió del genio ruso, que, a pesar de todas las presiones, nunca quiso componer piezas para ajustarse a los cánones que le imponían desde arriba. Hay momentos de gran lirismo y de una grandiosa intensidad trágica que contrasta con pasajes en los que la percusión aplasta el sonido de las cuerdas. En el último movimiento, una brusca irrupción de los timbales rompe el tono intimista de la música. «Vislumbré el hombre con todos sus sufrimientos como tema central de la obra. El final resuelve la tensión y la tragedia de los movimientos anteriores con un colofón alegre y optimista», escribió en un ensayo sobre su música.
Unas palabras pensadas para apaciguar a los dirigentes soviéticos que le acusaban de derrotismo y que no eran sinceras. Boris Pasternak, Nobel de Literatura y amigo de Shostakovich, tuvo la impresión de que la sinfonía trataba sobre el terror estalinista y los sentimientos de sus víctimas, una idea que compartían sus colaboradores más cercanos. El compositor murió en 1975 como un héroe de la Unión Soviética. Gozaba de privilegios y disponía de todos los beneficios materiales de la cúpula comunista. Pero siempre estuvo vigilado y sus opiniones, cuidadosamente censuradas. Se le obligaba a pronunciar discursos escritos por los ideólogos del régimen y carecía de libertad de movimientos. Su talento no fue suficiente para huir de la cárcel de oro en la que vivió sus últimos 20 años cuando se convirtió en símbolo de un régimen que siempre odió.
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