CRÍTICA DE:
'Línea, forma y espacio', de Gego: el arte de pescar sombras
MADRID
Oportunidad especial y única de contemplar la obra de Gego, fundamental del siglo XX, en la galería Elvira González
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Madrid
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Iniciar sesiónEl precepto 'nulla dies sine linea', como advierte Pascal Quignard, tiene que ver con una cuestión de supervivencia; esa línea es la de pescar que se lanza al mar. Fue Plinio el Viejo quien sedimentó esa sentencia en su 'Historia Natural', en la ... que también contó el origen mítico del dibujo como la sombra del amado trazada en el muro.
Arte de sombras y, por tanto, anticipatorio de la melancolía, pero también astucia que anhela un pez procedente de un mundo acaso insondable. La prodigiosa travesía artística, laberíntica en muchos sentidos, de Gego (1912-1994) me obliga a convocar un saber ancestral, el que traza, con la mayor simplicidad, lo que da cuenta de lo más profundo.
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Isabel Gutiérrez Rico
La joven ingeniera-arquitecta que emigró a Caracas desde Hamburgo en 1939, periférica o extranjera a pesar de su radical enraizamiento en la cultura venezolana, terminó por ser una de las referencias determinantes del arte latino del siglo XX, tal y como vino a reconfirmar su retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York que luego pudo verse en Bilbao.
Juegos de inteligencia
Recordemos que en la portada de la crucial muestra 'Heterotopías. Medio siglo sin-lugar: 1918-1968', comisariada por Mari Carmen Ramírez en el MNCARS en 2000, estaba la imagen de un 'Bicho' de 1987 de Gego. El excelente ensayo de Luis Enrique Pérez Oramas en ese enorme catálogo subrayaba que Gertrud Goldschmidt había desplegado una obra anti-cinética en un ambiente en el que esa estética era cuasi-hegemónica.
En la selección de obras de la autora en la galería Elvira González destacan por su fuerza y, valga la paradoja, delicadeza las dos esculturas con varillas metálicas que escapan de la rigidez geométrica. Cuando comenzó a desarrollar su obra a mediados de los cincuenta lo óptico-cinético causaba furor, en sintonía con una confianza en lo 'científico-experimental', un sueño de la razón tras unas décadas absolutamente monstruosas. Gego comenzó a tejer, valga esta doble alusión a Penélope y a la araña, sus dibujos, generando redes, jugando con inteligencia en el aire.
Disfruté hace años de la sublime experiencia de habitar 'Reticulárea' (1968-81) en la Galería de Arte Nacional en Caracas, un espacio en el que el nominalismo obsesivo del minimal se transtorna para modular un 'ámbito rizomático'. Pérez Oramas habla, al respecto de esa imponente instalación, de «una excrecencia de nexos». Eso no significa que en esta 'abstracción riparográfica' se insista en lo residual, al contrario: lo desechado sirve para engarzar espacios que liberan la imaginación.
Todo el obsesivo procedo dibujístico de Gego trasmite, al tiempo, fragilidad y placer, filtrando la angustia, aceptando lo accidental, entretejiendo el papel esperando miradas que sean capaces de atender a los pequeños detalles. Las sutiles piezas de la serie 'Tejeduras' no pretenden ofrecer, como en algunos de sus contemporáneos fascinados por lo óptico-cinético, un módulo universal, sino más bien, dejando de lado el mito de la pureza, conectar con nuestro deseo metafórico, esto es, con la posibilidad de ir, a través de lo aparente repetido, hacia las diferencias.
Donna J. Haraway, en 'Seguir con el problema' (Consonni, 2019) reivindica el pensamiento tentacular, convocando la actividad de la araña y de los seres que hacen figuras de cuerdas, entrelazando en la 'poiesis' lo que denomina feminismo especulativo. En sintonía, Gego entrelazó senderos, montó un 'compost' de dibujos, tensó sin drama la línea, dibujó sombras hospitalarias. No tenía miedo a quedarse atascada porque encontraba en cada línea que dibujaba cientos de ellas esperándola, componiendo un 'círculo del conocimiento', unas redes hermosas que no quieren apresar sino poetizar la existencia.
Gego
'Línea, forma y espacio'. Galería Elvira González. Madrid. C/ Hermanos Álvarez Quintero, 1. Hasta el 24 de mayo. Cuatro estrellas.
Al final de sus enseñanzas, Lacan trató de anudar el deseo, cuando ya su pensamiento se deshilachaba, invocando un barroco del exceso que nos fascina en la boca de una mística. Gego consiguió, con más desenvoltura, revelar la función del arte como una ancestral y contemporánea pesca de sombras, una poética en la que la ausencia se torna, súbitamente, plenitud.
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