Tetuán, vida 'de pueblo' para una vibrante comunidad de creadores
Diseñadores, arquitectos y nuevos artesanos se asientan en este distrito del noroeste, uno de los territorios con más diversidad de población y rentas
Carabanchel, distrito de artistas sobre las cenizas de la crisis

«Tetuán se ha modelado con oleadas de inmigración. Esa diversidad es lo que le ha dado su identidad de barrio y su fortaleza». Inés Muñozcano, historiadora del Arte, da la clave del singular carácter de este territorio del noroeste de Madrid, que es ... distrito desde 1949, formado por seis barrios -Bellas Vistas, Cuatro Caminos, Castillejos, Almenara, Valdeacederas y Berruguete- y donde, en tiempos, por 'diversidad' no se entendía más que la disparidad de rentas y acomodo: se decía que los de la avenida del General Perón hacia la Castellana, por ejemplo, tenían más posibles que quienes vivían en la otra orilla de Infanta Mercedes, hacia Bravo Murillo y más allá. Entonces, pocos se explicaban porqué tan de Tetuán eran las infraviviendas del éxodo rural de posguerra, auténticas madrigueras, como la rutilante burbuja de cristal y acero de Azca; las casitas de ladrillo neomudéjar de las calles Olite o Avelino Montero Ríos como los pisazos de Orense o Capitan Haya -para los despistados, ahora Poeta Joan Maragall.
Muñozcano, junto a Ana Ortiz, su socia en la consultora Frenesí Fine Arts, y la galerista Marta Moriarty, es comisaria de la muestra fotográfica 'Mujeres de Tetuán', de Laura Sillares, que hasta el 8 de abril puede verse en el centro Cultural Eduardo Úrculo. Viene al caso esta colección de magníficos retratos de treinta vecinas por ser ejemplo de la disparidad humana del distrito. Y al hilo de las comparaciones, tan 'del barrio' resulta la ejecutiva que posa a las puertas de Torre Picasso como la madre filipina que transita por la plaza de la Remonta, la tendera venezolana o la propia doña María, dueña de Casa Reyes, una marisquería de la Ventilla, que, desde los primeros años 60, sirve uno de los mejores pulpos 'a feira' de Madrid. Igual da la cuna o la cuenta corriente, todas ellas son castizas de Tetuán.
Este paisanaje -además del precio algo más asequible del metro cuadrado- es un imán para artistas, diseñadores y nuevos artesanos que desde hace un par de años han situado a Tetuán en el mapa creativo de la ciudad. «Hay quien piensa que estamos en el nuevo Carabanchel, meca de jóvenes artistas y galeristas; pero no es lo mismo. Aquí se asientan diseñadores, arquitectos, muralistas y algunos artesanos quizás no tan jóvenes como en Carabanchel, donde hay grandes naves industriales muy visibles desde el exterior. En Tetuán la visibilidad a pie de calle es más discreta», explica la periodista Teresa Herrero. Es la impulsora de Tetuán Crea, una vibrante comunidad de creadores en vías de constituirse como asociación y uno de los grandes reclamos de las últimas ediciones del Madrid Design Festival. Ya son dieciocho las firmas que se han incorporado.
Gaia Schillaci, artesana textil y miembro de este colectivo, hoy oficia como cicerone para ABC. Es siciliana, de los alrededores de Catania, pero tan de Tetuán como cualquiera que habite en Mártires de la Ventilla, la calle donde tiene su casa-taller y confecciona a mano tapices con hilos y lanas para componer una suerte de paisajes de ensueño en diferentes texturas. Gaia, encantada con su barrio -«es tranquilo, seguro y sorprendente», explica-, señala rincones que han sobrevivido al tiempo y al olvido en el camino que media entre Valldemosa 21 y GRAGA (acrónimo de Gráficas Granados), en la calle Carnicer 18.
«Mirad esa ventana», señala una casuca de ladrillo encalado y con una hornacina que guarda la fotografía de dos niñas vestidas de blanco, posiblemente de antes de la guerra civil. «Todavía quedan casas así, pero pocos reparan en ellas», dice Gaia. Viviendas populares, con corredores y patios traseros emparrados. Lugares donde bregaron traperos, chamarileros, mecánicos, herreros, fontaneros, carpinteros, encuadernadores, tapiceros, vidrieros, cerrajeros... También, taberneros y venteros, pues Tetuán fue lugar de paso para entrar y salir de la capital. Y destino de domingo, el único día libre de muchos madrileños que necesitaban adquirir útiles y cachibaches; eso sí, de vuelta al centro, lo suyo era tomar la merienda en la Dehesa de Amaniel (hoy, Dehesa de la Villa).
Diseño y oficios
Valldemosa 21, donde nos lleva Gaia Schillaci, está en el límite con Valdezarza. Es una antigua nave para fabricar piezas industriales de dos plantas y tamaño medio, reconvertida en el espacio donde trabajan artistas (Alejandra Domic, María Álvarez, Curra Rueda, Almudena Casas, Laura Peralba y Federico Antelo), diseñadores (Pablo Peñalver y Marta Pascual) y la arquitecta Silvia Villamor. Han intervenido muy poco, más allá de eliminar mamparas y echar una mano de pintura; pero han convertido este espacio en un extraordinario lugar de luz y color, pulcramente ordenado entre un divertido caos de herramientas para trabajar en pintura, dibujo, papel, tejidos... Reconocen que los políticos no han mostrado demasiado interés en su estancia en Tetuán, pese a abrir sus puertas a los chavales del Centro Norte Joven Fuencarral para explorar la conexión entre el diseño y los oficios. Aunque los creadores de Valldemosa 21 tienen casa en Chamberí, Majadahonda o Alcobendas, para ellos «Tetuán posee una escala más humana, un auténtico sabor de barrio».



El «sabor de barrio» a lo Elephant & Castle, en el londinense distrito de Southwark, es lo que el diseñador gráfico Christian Granados encontró en los alrededores de Cuatro Caminos. Tras once años en Inglaterra, donde se especializó en impresión tipográfica, este salmantino criado en Barajas regresó a Madrid para abrir su propio taller en un antiguo concesionario de coches, a dos pasos de Bravo Murillo «una calle -asegura- que tiene las vibraciones de Walworth Road, una de las vías principales de Elephant & Castle donde Alan Kitching (célebre diseñador de tipografías) tiene su taller. Los comercios, la comunidad latina, los restaurantes populares... Me recuerdan al sur de Londres».
A quien sienta añoranza por otra época del periodismo se le saltarán las lágrimas al entrar en GRAGRA: entre cartelería y obras de la artista Luján Marcos, con quien Christian Granados colabora, tres prensas históricas y una enorme colección de tipos en metal y madera (algunos creados por la histórica casa Stephenson & Blak, otros adquiridos en Ruan) evocan la felicidad de trabajar con papel y tinta.

También de Londres a Madrid, fue el periplo del matrimonio formado por los artistas Paul Antón, pamplonés, y Bea Aiguabella, zaragozana. Arquitectos de formación, la crisis de 2013 les llevó al Reino Unido, donde ella fue empleada en el estudio de diseño Perkins&Will y él, en Foster and Partners. De vuelta a España, abrieron un taller en Malasaña que pronto se les quedó pequeño; más tarde, se trasladaron al número 53 de la calle Sorgo, justo frente al callejón que alberga el multiespacio Garaje Lola y el plató Clubster53. «Esto formaba parte de una antigua escuela, con sus pupitres y sus perchitas. Como tantos, buscábamos un lugar amplio a un precio asequible y nos pareció un chollo. Además, tiene una luz espectacular», explica Bea Aiguabella mirando hacia el techo, donde se abre una claraboya rectangular, común en múltiples espacios del distrito. Una luz suave que se aproxima a lo que el japonés Junichiro Tanizaki describió en 'El elogio de la sombra', uno de los libros de cabecera de Aiguabella.
Dividido en dos estancias, de las paredes del espacio de Paul cuelgan complejas esculturas murales de papel y metacrilato; Bea, cerca de la entrada, trabaja en sus hipnóticas series 'Kokoro', con barra de óleo sobre lienzo. Venden a clientes internacionales a través de galerías en Suiza y México, y en Madrid ya han abierto mercado.
«Un lugar especial»
Lo que llevó a este distrito a la fotógrafa almeriense Nerea López, una chica «de pueblo» y una de las gestoras del estudio Nuevas Carolinas (Carolina, 8), fue encontrar en un cochambroso taller de reparación de coches cercano a Cuatro Caminos su «lugar especial» para rodajes y sesiones fotográficas. Abrieron en 2013, tras una gran reforma, «pero el precio del alquiler lo merece -explica-. Ha sido y es un barrio obrero y artesano. Abres una 'puertica' y de pronto estás en un patio o en una nave de enormes dimensiones». Y añade: «Aquí me siento como en mi pueblo. No hace falta comprar en Amazon, todo lo tienes a mano. A los vecinos mayores despiertas curiosidad, se asoman, les enseñas lo que haces y se quedan encantados. Mejoraría la limpieza en las calles que son secundarias. Pero, claro, eso también es un esfuerzo de todos. Tetuán merece cuidado y respeto».
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