Cindo minutos de gloria
Acariciando 'La Bola de Cristal'
Pertenezco a una de las varias generaciones que crecieron con el mítico programa creado por Lolo Rico hace 40 años
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Iniciar sesiónEra sábado por la mañana y yo me sentaba delante de la televisión –en blanco y negro, claro– para ver 'La Bola de Cristal' mientras la casa bullía en el ajetreo cotidiano de una familia típica de la época. Mis padres, a sus quehaceres de ... poner orden en el caos semanal y mis dos hermanos mayores, a lo suyo, que desde luego no era 'flipar' con la Bruja Avería, ni con Gurruchaga imitando a Margaret Thatcher (en aquella época, 'premier' británica en plena efervescencia autoritaria), ni con Pablo Carbonell y Pedro Reyes en la sección del 'Librovisor'. Como bien se desprende de esta estampa, la hora de emisión del programa no resultaba la más apropiada, pero para mi amigos –con los que después, una vez acabada 'La bola', quedaría– y para mí, este parón matinal era obligado. Así, luego, parlotearíamos sobre si habíamos visto esto o aquello. ¿Cómo no comentar lo que pasaba dentro de las 625 líneas de esa pantalla y, sobre todo, lo que se 'leía' entre ellas? Porque, claro, 'La Bola de Cristal' era un dechado de mensajes, en absoluto subliminales, sobre los asuntos más espinosos de aquellos años en absoluto tranquilos, ni en España ni allende nuestras fronteras.
Aquello de «No se ría, no se ría de la Bruja Avería» era un grito, un himno de guerra frente al aburrimiento. Y que así siga siendo
Sí, yo pertenezco a una de las varias generaciones que crecieron con el mítico programa creado por Lolo Rico hace 40 años. Esta semana celebramos su aniversario y se nos llena la boca y la memoria de homenajes merecidos a aquel desparrame televisivo que no ocupaba ninguna franja 'prime time' ni luchaba por audiencias infinitas, que simplemente aspiraba a fomentar la libertad de pensamiento, y de creación. Ese era uno de los lemas voceados por algunos de sus personajes, todos ellos hijos de Dadá y del surrealismo. No sé si las dos generaciones que 'perdieron' las mañanas sabatinas de hace cuatro décadas delante del tubo catódico son mejores o peores que las que vinieron después, ni idea. Pero tengo claro que aquello de «No se ría, no se ría de la Bruja Avería» era un grito, un himno de guerra frente al aburrimiento y el orden establecido en nuestra imaginación. Y que así siga siendo. A quien no le guste, peor para él o ella, como dirían con desparpajo en el programa.
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