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Qué alegría, ¡vuelve 'Grandes infelices'!
El pódcast de Javier Peña ha comenzado su quinta temporada esta semana con Elena Garro
Javier Peña
Igual que te baila el cerebro cuando averiguas que Mario Casas es gallego y no un canallita madrileño a lomos de un oso-Harley atravesando la Puerta de Alcalá por el medio, cuando escuchas el pódcast de Javier Peña todo encaja (en fondo y forma, ... en cuerpo y espíritu, en cliché y gaita lanzando quejíos norteños). 'Grandes infelices', se llama, y, si tuviera un sueño ya, sería aparecer ahí en 2080 o así. ¡Escritores con vidas llenas de dolor! ¡Qué alegrón, 'Grandes infelices' ha vuelto!
El capítulo debut de la quinta temporada se lo dedica a Elena Garro y el realismo mágico de un pueblo (un lugar geográfico) que plañe en su 'Los secretos del porvenir', y Peña lo ataca así: «Imaginad una novela con esta trama: mientras se recupera de una enfermedad en Suiza, una de las escritoras más talentosas de Latinoamérica escribe un libro muy original que se anticipa al 'Boom'. Debería ser más que suficiente para consolidarla como autora pero y si os digo que lo que le espera no es el aplauso sino el rechazo, el exilio, la ruina, el hambre». ¡Vamos allá!
«A veces, los escritores tienen vidas de novela. Y no siempre de las felices» es el letrero radiofónico de este saloncito de documentación profusa y filtrada con brillo, y una narración creativa para cantar las desgracias de nuestros escritores favoritos: Rulfo, Kennedy Toole, Vonnegut…
'Por qué la vida puede ser maravillosa', que decía Andrés Montes antes de que le pasara lo que le pasó. Y Kafka en el banco esperando salir a jugar, el también escritor Peña acaba de publicar 'Tinta invisible: sobre la pérdida, la escritura y el poder transformador de las historias', no leído aquí, pero recomiendo el reportaje en ABC sobre el mismo de Bruno Pardo titulado 'Un padre muerto, un pódcast de éxito y un ensayo para decir adiós'. Pinta que merece su propio capítulo en su programa, ilustrado en el periódico con una foto de Miguel Muñiz en La Coruña con el mar de fondo entre las irregulares rocas de la existencia.
Y como no solo de infelicidad vive el hombre, ahí va la frase de amor más tierna de toda la historia, oída su pódcast, de Ofelia a Pessoa: «Aprecio su presencia en esta oficina». Sencilla pero inmensa, a quien escribiera: «Entre la vida y yo hay un cristal muy tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla».