'Inteligencia líquida': Cerebros licuados en el Museo Thyssen a razón de la última propuesta de la TBA21

La intención de TBA-21 no puede ser más loable: fomentar una relación más próxima de las personas con el océano desde el arte. Deseos piadosos o sublimatorios que hasta deberían establecer «formas innovadoras de gobernanza». Demasiado «oculto» o solo disponible para los iniciados en el ocultismo, la grandilocuencia de los postulados podría haber incluido, en un delirio 'intepretóxico', hasta el movimiento 'browniano' que tantas calenturas generó en el hervidero posmoderno.

Más allá o más acá de las divagaciones sobre la «naturaleza 'queer'» y el nivel subatómico o del frenesí de la ciencia-ficción que reverdece en tiempos distópicos, convendría prestar atención a lo que «cuentan» las obras. La lectura propuesta es sencilla o barthesianamente «obvia»: se trata de, en un momento de emergencia, comprender que «todas las formas de vida están en permanente intercomunicación». Curiosamente, el montaje es extraordinariamente inconexo, saturado de cartelas y sin ningún ritmo. Podemos quedarnos lejos de la orilla sin disfrutar de las ensoñaciones acuáticas.

Los cuadritos de Lucas Arruda, por ejemplo, tendrían que elevar a conciencia crítica la destrucción del ecosistema amazónico. Por su parte, Jumana Manna esculpe piezas con apariencia de tuberías que aluden al cuerpo artificial. Tristemente no puedo digerir ninguno de esos 'cuentos' materializados de forma tan ramplona. Las 'investigaciones' fílmicas de Beatriz Santiago Muñoz y Sonia Levy, descritas como reflexiones que no necesitan texto ni discurso, conducen a una alegorización del estar a la intemperie.

'Inteligencia líquida'

Colectiva. Museo Thyssen. Madrid, Paseo del Prado, 2. Comisarias: Chus Martínez, Soledad Gutiérrez y María Montero. Organiza: TBA-21. Hasta el 28 de enero de 2024

Las obras de Saelia Aparicio, Anne Duk Hee Jordan e Inès Zenha poseen una «exuberancia estética» que deprime. Falta o sobra fantasía, incapacitado como estoy para la «flotación» en el presente continuo, tan desubicado como Ana Mendieta en esta «agencia líquida». En mi perverso afán lector descubro que hay que «dejarse acariciar por los artistas». Lo que me faltaba.