Crítica de:
'Por qué E=mc²', de Alain Riazuelo: la fórmula de nuestras vidas
Ensayo
El astrofísico e investigador francés nos muestra que la ecuación que lleva al título de su trabajo fue la palanca que cambió nuestra concepción del mundo para siempre
Web de Miguel Ángel Delgado
Miguel Ángel Delgado
Es bien sabido que uno de los más improbables 'best sellers' del último medio siglo, la 'Historia del tiempo', de Stephen Hawking, basó su éxito, entre otras cosas, en que su autor, el físico más popular después de Albert Einstein, no incluyó ... ecuaciones por consejo de su editor, que las consideraba veneno para las ventas.
Solo hizo una excepción con la inmortal E=mc² de Einstein, lo que demuestra hasta qué punto, más que una fórmula matemática, es ya un icono cultural que ha rebasado los márgenes de la ciencia para convertirse en mucho más.
ENSAYO
'Por qué E=mc²'
- Autor Alain Riazuelo
- Editorial Alianza
- Año 2025
- Páginas 376 páginas
- Precio 14,90 euros
El astrofísico Alain Riazuelo va más allá y la lleva directamente al título, para que desde el principio sepamos lo que nos va a ocupar a lo largo de las páginas de este libro ameno y riguroso. Porque la ecuación que acuñó en 1905 el científico real que más reina en pósteres y memes, y que superó la física newtoniana que hasta entonces había sido sacrosanta al vincular masa y energía, fue desde el primer momento la palanca que cambió nuestra concepción del mundo para siempre.
Términos como «relatividad» y «espaciotiempo» no solo abrieron la puerta al descubrimiento y comprensión de fenómenos antes impensables como los agujeros negros o las paradojas que produce la imposibilidad de superar la velocidad de la luz, sino que empaparon toda una forma de experimentar el mundo, como demuestra que, desde el primer momento, el estilo de autores como Virginia Woolf se viera influido por los conceptos einstenianos.
Todo esto lo recoge Riazuelo para comprender, como dice su título, por qué esta ecuación ocupa un lugar tan central. Y lo hace con un estilo apasionante y fácilmente comprensible para el público general, asumiendo eso que tantos científicos no acaban de entender cuando se habla de algo que debe ser «divulgativo». Y además, lo hace recorriendo todos los hilos, tanto anteriores como contemporáneos y posteriores, que van surgiendo del tapiz central.
Por supuesto está Newton, pero también toda una retahíla de científicos menos conocidos
Porque, si alguna impresión recorre sus páginas, es que incluso un genio incomparable como Einstein necesitó apoyarse en una labor continua de nombres que fueron aportando sus hallazgos en esa tarea, permanentemente inconclusa, de explicar el universo. Por supuesto está Newton, pero también toda una retahíla de científicos menos conocidos por el gran público, como Maxwell o Lorenz, que pavimentaron el suelo desde el que el genio de Ulm pudo luego despegar.
Y otros, como el de Eddington y Campbell, que nos hablan de la condición aventurera que levó a buscar la prueba de la exactitud de la teoría de Einstein con sus expediciones para medir el desvío de la luz de la estrellas por el Sol durante los eclipses. La sensación que despertó el solemne anuncio de que el primero lo había logrado en el de 1919 hace que la conmoción por el descubrimiento del bosón de Higgs parezca casi un acontecimiento doméstico.
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