LA GRAPA
Ser Leiva cansa
En el documental 'Hasta que me quede sin voz', se agradece el despiece emocional y físico del madrileño
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Iniciar sesiónPrimero, un desgraciado. Luego, un músico. Así se describe Leiva —con ironía— en el documental ‘Hasta que me quede sin voz’ (Sepia, Lucas y Mario, estrenada ya en cines). Esta declaración inaugura multitud de contradicciones. Por una parte, desgraciado y, por otra, un tipo ... con suerte.
En lugar de escoger la senda palizas de metrajes dedicados a músicos —las cabezas parlantes, las alabanzas, las canciones cuando toca canción, los valles narrativos y los acelerones algorítmicos—, se agradece el despiece emocional y físico del madrileño. El tono viene del Pennebaker de ‘Don’t look back’ (1965) con Dylan, del ‘Gimme shelter’ (1970), de los Maysles con los Rolling Stones, o de esa cima olvidada de Manolo Summers ‘Juguetes rotos’ (1966).
Se presenta (a) Leiva en su complejidad, con sus temores y, de fondo, quizá explicándolos, sus músicas. Su problema de voz no tiene nada de freudiano y la relación con sus padres, tampoco.
Hospitales y, en seco, dentro de una pantalla enmarcada por datos inasibles, vemos sus cuerdas vocales palpitar. Parecen una mancha de Roschach vibrando en una casquería y esa desnudez muscular marca este metraje.
Se presenta (a) Leiva en su complejidad, con sus temores y, de fondo, quizá explicándolos, sus músicas
Ser Leiva cansa y sus cuerdas vocales lo pagan. Da igual que la hayamos visto en otros documentales o que sus protagonistas la hayan cantado, el personal cree que la vida de la estrella del rock es centrífuga: todo gira alrededor del rockero. Pues no. Es centrípeta: lo lanza, con violencia, fuera. Otro ejemplo ‘And so it Goes’, excepcional documental donde Billy Joel se inmola.
Por sus inseguridades, sus altibajos, sus chiquillerías, su Sabina, su Pozo, su botella de vino diaria, sus dejes rockeros —tan arquetípicos, tan librando ‘Spinal Tap’ por los pelos—, sobre todo, por su honestidad y compromiso, no querer a Leiva merecería una denuncia en los juzgados de lo civil.
Una voz en off —un manager, entiendo—le llama para volver a la carretera como hacía Charlie con sus ángeles. Estudiado su espléndido último disco, ‘Gigante’, espero que ni su voz, ni la de los que le rodean, se apaguen.
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