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Andrés Sánchez Robayna: «El proyecto moderno sigue vigente»
entrevista
El poeta, recién galardonado con el Premio Mallarmé étranger, publica una nueva edición de sus versos completos bajo el título de 'En el cuerpo del mundo'
Andrés Sánchez Robayna
Galardonado con el Premio Mallarmé étranger 2022, Andrés Sánchez Robayna, quizá uno de nuestros poetas con mayor repercusión internacional, publica en estos días una nueva edición de su poesía completa bajo el título de ‘En el cuerpo del mundo’ (Galaxia Gutenberg). Desde sus ... inicios, Robayna nos ha dado una obra donde la contemplación de las cosas se convierte en una aventura espiritual, donde sentimiento, pensamiento y lenguaje son una única conciencia. En su poesía hay siempre un diálogo entre lo finito de la vida y la presencia de lo eterno, y hay también un camino que va de la contemplación del espacio a la contemplación del tiempo, incluso en sus aspectos biográficos o históricos. Emociona, en este sentido, cómo Robayna se enfrenta a esa realidad que es el paso del tiempo, a la memoria, a la identidad y a la presencia de la muerte, y cómo en ‘Por el gran mar el duelo’ es una experiencia de vida, un puente hacia el origen. ‘En el cuerpo del mundo’ es, esencialmente, el retrato de una celebración, la de una voz que, desde el principio, se abre a lo otro para afirmar su sitio en la realidad.
—Vivir en Canarias quizá haya supuesto para usted dos cuestiones: ser un poeta de la periferia, que escribe desde otro lado, y, por otra parte, hacer de la naturaleza y de la luz el ‘locus’ del que una y otra vez trata su poesía.
—Habría que precisar qué se entiende hoy por «centro» y «periferia». Actualmente, todos resultamos periféricos respecto a algún otro centro geográfico o cultural. ¿Periferia respecto a qué «centro»? La relevancia de una obra no la determina el lugar en el que reside el autor, sino el nivel de la obra misma. En lo que a mí respecta siempre he tenido conciencia de escribir desde mi propio territorio, en una tradición que yo mismo me he forjado. En cuanto al otro aspecto, la naturaleza y la luz, en realidad, son la base de una meditación más amplia. Representan, diríamos, el fundamento de toda exploración. Física y metafísica aspiran a ser indisociables en lo que hago.
—António Ramos Rosa afirmó que la poesía moderna es una contante interrogación de lo real. Tal vez es algo que se puede aplicar a su poesía.
—Creo que sí. Y añadiría que conviene interrogar la realidad, pero no alejarse mucho de ella.
«Siempre he tenido conciencia de escribir desde mi propio territorio, en una tradición que yo mismo me he forjado»
—Frente a la idea de postmodernidad usted ha hablado de la modernidad inconclusa, ¿podría reflexionar sobre esto?
—Durante un tiempo fue obsesiva la idea de postmodernidad entendida como una renuncia a los principios modernos. En poesía eso significaba hacer como si Baudelaire, Pound o Ungaretti no hubieran existido, proponiendo en su lugar a ciertos autores patrios elevados a una categoría que no poseen. Me serví de un ensayo de Habermas para subrayar que el «proyecto» moderno sigue vigente y que es, como la democracia o los derechos humanos, irrenunciable.
—¿Un poeta debe ser una excepción, debe hablar desde la tradición de la ruptura?
—El poeta debe, a mi juicio, construir su propia tradición, escogerla, intentar llevarla más lejos. Hoy no existe un canon, sino un compuesto de cánones, se ha dicho. Estoy de acuerdo. Existen muchos tipos de ruptura. Yo escogí la mía en su momento. El hecho mismo de escoger es ya una ruptura, si se hace con verdadera conciencia. Esto último significa en realidad no escoger, sino ser escogido. Quiero decir, ser fiel a una pasión, dejarse guiar por ella.
—En sus libros posteriores hay un adensamiento del poema, una aventura de sentido basada en la contemplación y en la conciencia que contempla, es decir, un estar abierto a un encuentro con las cosas, pero hay también un encuentro con el tema de la identidad, incluso con la propia biografía. ¿Cree que es, en el fondo, la misma voz la que habla desde diferentes perspectivas?
—Yo lo percibo así. El poeta va al encuentro con el mundo, con el mundo físico, con la naturaleza, con las cosas, y también al encuentro con el otro y los otros. Pero siempre he pensado que el «yo» del poeta debe estar ocupado en realidad por una conciencia impersonal, bajo el peligro de incurrir en un subjetivismo opresivo y muchas veces narcisista o exhibicionista. La base es para mí un «yo» rebasado, trascendido, consciente de haber superado su propia biografía.
«El poeta va al encuentro con el mundo, con el mundo físico, con la Naturaleza, con las cosas y con el otro»
—¿Eso ocurre también en ‘Por el gran mar’?
—Ese libro es en gran medida una prolongación de ‘El libro, tras la duna’. En ambos se aspira a sobrepasar lo puramente autobiográfico.
—Usted recibió el año pasado en París el Premio Mallarmé, concedido por primera vez a un poeta español. En sus primeros libros, la tradición ‘mallarmeana’ era muy importante, como lo fue también para Octavio Paz o Haroldo de Campos. ¿Qué podría decirnos del poeta francés?
—He dedicado más de un ensayo a lo que Mallarmé significa para mí. Es difícil decirlo en pocas palabras. Mallarmé es un poeta de lo absoluto llevado al límite de la imposibilidad de la palabra. Pero tan importantes como Mallarmé han sido para mí poetas como Juan de la Cruz o Wordsworth.
—¿Hasta qué punto la idea de Wordsworth del acercamiento a las cosas humildes ha influido en su «mente de poeta»?
—He aprendido mucho de Wordsworth. Ese acercamiento a las cosas humildes está ya en Góngora, por ejemplo, o en los maestros de la escuela flamenca, en la pintura. Pero en Wordsworth tiene un papel decisivo porque contribuye de manera determinante a lo que él mismo llama el «crecimiento» de su mente poética, fundado en la memoria. Es un proceso admirable, muy visible en ‘El preludio’, uno de los puntos más altos de la cultura occidental. En 1999 traduje la segunda versión de ese poema, un texto que ha sido siempre capital para mí.
«Hoy no existe un canon, sino un compuesto de cánones, se ha dicho. Estoy de acuerdo»
—¿Qué valor tiene el tiempo en su poesía, tanto biográfico como histórico?
—Un valor absoluto. En el tiempo biográfico reside lo que somos, conciencia y memoria. Y nada está al margen del tiempo histórico. La gran limitación de la vieja «poesía pura» fue ignorar o desdeñar lo histórico. Si algo nos enseña el siglo XX es que el tiempo biográfico está determinado, a veces cruelmente, por el tiempo colectivo, tal vez más que en cualquier otro momento de la historia. Auschwitz y el gulag marcan un punto extremo de la conciencia.
—¿Es eso lo que explica la apertura hacia el otro? ¿Cuál es el valor que le da al otro?
—Hay en mis cosas un movimiento hacia el otro, sin duda, hacia el «rostro» del otro. También hacia el otro que hay en nosotros mismos. Y, a partir de un determinado momento, hacia los otros con los que convivimos.
—Creo que ‘Syntaxis’, que usted dirigió, fue una de las más grandes revistas literarias de nuestro tiempo, ¿podría hablarnos de ella?
—Fue toda una aventura. Una aventura tan hermosa como difícil, por sus características, publicada en unos años de profunda esperanza cultural y política, los años ochenta y comienzos de los noventa. La hicimos un pequeño grupo de escritores y artistas y tuvimos colaboraciones de primera importancia. Nuestros intereses básicos eran el diálogo de las artes, la comunicación internacional y la exploración del legado moderno. Existe ahora interés por digitalizarla y subirla a la red. Se hará en breve, espero.
«Ese acercamiento a las cosas humildes está ya en Góngora, por ejemplo, o en los maestros de la escuela flamenca»
—Usted siempre ha estado atento a la poesía americana de lengua española y portuguesa, ¿qué le ha seducido de ella?
—Su capacidad de renovación, sobre todo, es decir, las fuertes corrientes de compromiso con la modernidad que se dan tanto en Latinoamérica en su conjunto como en Portugal. Una tradición que viene desde Darío y desde el brasileño Sousândrade, y que ha dado obras capitales de las que seguimos bebiendo, obras inmarchitables.
—Una última cuestión: ¿la poesía es esa llama que, como en los cuadros de George de La Tour, sirve para iluminar todo el misterio que ocurre en la realidad?
—No podría poner usted un ejemplo o un símbolo más adecuado. He dedicado a esa llama más de un poema, y un ensayo reciente. Recuerde que uno de mis poemas inéditos publicados en ‘En el cuerpo del mundo’ termina diciendo: «En esta sombra trémula/ de la llama que oscila,/ mira arder, deshacerse/ tu vida misma».
No otra cosa hace Robayna que encender una vela al publicar esta reunión de su poesía completa, crear un espacio de intimidad, de interiorización o de intensidad con el mundo. Para él solo después de Auschwitz justamente puede entenderse el trabajo que lleva a cabo la poesía: recordar, hacer memoria, dar significado al sentimiento de esperanza ante la falta de valor de lo humano.