ARTE
Amalia Avia, artista 'de proximidad'
Retrospectiva
La recuperación de la pintora realista en la Sala Alcalá 31 de Madrid sorprende por varias razones: por la sede elegida, por su anodino montaje, por la lectura de sus procederes...
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónSalvo algún patinazo, la Sala Alcalá 31 ofrece excelentes muestras de arte contemporáneo, español y latinoamericano. En su contra juega la ausencia de identidad estratégica, pues su histórico de exposiciones no responde a un soporte discursivo concreto. Tras la dislocación de las referencias espaciales ... de sus dos últimas citas –La Ribot (1962) y Guillermo Mora (1980)–, la sala recupera el más tradicional cubo blanco para acoger una antológica de Amalia Avia (1930-2011), integrante del grupo de pintores de lo cotidiano que emergió en el Madrid de los años sesenta.
El espacio lógico
La dimensión histórica de la pintora, así como su envergadura productiva (se estima que dejó cerca de un millar de cuadros), la originalidad de su proceso, su invisibilidad institucional y su condición de mujer artista son factores que permiten suponer al Museo Reina Sofía como espacio lógico para esta recuperación. Pero este centro ha esquivado desde sus inicios la relevancia de los realistas madrileños, habitualmente evaluados como académicos y anacrónicos, algo que mantiene la actual dirección. Los dos lienzos de Avia que atesora el Reina Sofía, siempre excluidos de su colección permanente, salen ahora de los almacenes para incorporase a esta muestra, junto a un centenar de cuadros procedentes de fundaciones, bancos y colecciones privadas.
El montaje, de estricta linealidad, se abre con escenas populares y entornos rurales, alternados con acontecimientos históricos, como huelgas y manifestaciones, en composiciones inspiradas por fotografías periodísticas. En los años setenta, Avia consolida su iconografía más conocida: las fachadas de las tiendas, las casas y los muros de un Madrid vacío, aunque atravesado por lo humano, con una poética decadente que nunca se instala en lo sórdido. Su fascinación por los interiores domésticos y los objetos que lo habitan se ubica en la planta superior de Alcalá 31: de nuevo, una monótona hilera de cuadros desestima las posibilidades del montaje para diversificar narraciones, tiempos y conceptos.
Una monótona hilera de cuadros desestima las posibilidades del montaje para diversificar historias
La cita incorpora fotografías tomadas por la propia artista, que servirán de modelo para sus cuadros. La comisaria, Estrella de Diego, sobredimensiona el alcance de esta particularidad técnica y otorga a este archivo un lugar central en el relato expositivo, pues ve en aquellas fotos «no solo un fragmento de su proceso creativo: eran el proceso creativo mismo en una insólita Amalia Avia conceptual».
A diferencia de sus compañeros del grupo realista, ella nunca va a pintar del natural; realizaba fotografías, siempre en blanco y negro, de los lugares que visitaba en sus recorridos por la ciudad y abordaba la tabla con colores pasados por el filtro del recuerdo. La memoria, por tanto, no va a operar como revisión del tiempo pasado, sino como ampliación y enriquecimiento del presente. Con estas claves, De Diego trata de resituar a la pintora más allá de la agónica y molesta etiqueta de realista: «¿Cómo llamar realista a quien nunca hace copias literales, sino traducciones sentimentales que, vistas desde el nuevo orden del archivo, construyen un documento del paso del tiempo y sus estragos y sus indultos?».
Frente a otras creadoras de su generación, Avia no fue poco valorada en vida. Su marido, el artista Lucio Muñoz, no proyectó una sombra sobre su figura, sino que fue un importante aliado para su impulso profesional. En sus memorias, De puertas adentro, Avia no escamotea su posición como madre de familia que, en ocasiones, tenía que pintar en casa «apartando cunas». Su periplo vital es ajeno al atractivo que ofrecen las biografías transgresoras y disidentes. Esta es una de las diversas causas de su progresivo olvido en el sistema del arte español, sin apenas presencia en los museos públicos y con un periodo de 25 años desde su última antológica en Madrid.
Pocas cosas resultan tan poco atractivas para la mirada actual como aquello que se desliga de lo espectacular. Frente a la consideración de la vida cotidiana como una vida de segundo orden, Avia encontraba en el acontecimiento de lo humilde el camino hacia lo sublime. El filósofo Josep María Esquirol ha definido la cotidianidad como «una especie de síntesis en la que cierta variación va apareciendo e integrándose».
PINTURA
Amalia Avia
'El Japón en Los Ángeles'. Sala Alcalá, 31. Madrid. C/ Alcalá, 31. Comisaria: Estrella de Diego. Hasta el 15 de enero de 2022
Esas variaciones son las que Avia logra documentar y reinterpretar, desde una proximidad que no se calcula en centímetros, ni surge de la amplificación que ofrece una lente. La proximidad de su poética también escapa a las tentativas que acoge la noción archivo, pues nace de una meticulosa reconstrucción de aquello que está de paso: la aparición de las cosas bajo la luz, la huella de lo humano en lo real y la resistencia de lo íntimo.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete