Teoría del secreto

Y hay un factor subjetivo, pero estadísticamente significante: un secreto estable lo es porque quien lo porta considera que su valor es extraordinario: conduciría al descrédito, el oprobio o la cárcel. El valor de un secreto es igual a su capital político: transforma negativamente la relación del portador con la ciudad, la nación, el Estado que lo cobija.

Aunque son entidades mentales, los secretos tienen un origen orgánico y actúan como cuerpos vivos. La dicción por la que nos hemos decantado para definir sus desplazamientos viene del vocabulario de la infectología. Los secretos se propagan, sus agentes son portadores; pueden ser benignos o mórbidos, tienen periodos de latencia y actividad y se vuelven virales por razones relacionadas con el medio ambiente.

Un secreto cuya fórmula es la humanidad menos dos es posiblemente el tipo de secreto más común, sólo por un asunto de diseño de las sociedades humanas, que tienden a regirse por principios y no por casos. Uno de esos principios establece que, a partir de cierto momento en la vida de una persona, el intercambio de fluidos y placeres táctiles debe regirse por un contrato de exclusividad. Es un principio de práctica difícil: alguien se distrae, bebe o se droga más de lo que debiera, tiene una crisis de nostalgia de un sí mismo pasado, tiene frío. Pum: secreto igual a humanidad menos dos.

La sabiduría popular dicta que todos los secretos terminan entrando en combustión y que reducen su grado de clausura exponencialmente: menos cuatro, menos diez y seis, menos doscientos cincuenta y seis. Pero la sabiduría popular no es una forma de propagación del conocimiento, sino del statu quo. Para que un secreto humanidad menos dos se vuelva volátil, al menos una de las unidades en la parte final de la ecuación tiene que ganar algo superior a lo que pierde si el secreto entra en combustión.

Los secretos humanidad menos dos se dinamitan. Un secreto dinamitado se transforma en chisme. El chisme es la metástasis de la información contenida en un secreto. Un secreto transformado en chisme ya no acumula capital. Si sus portadores originales son figuras apreciadas en su medio ambiente, se convierte en material mítico.

Los amantes adolescentes venidos de familias enemigas que se matan por un problema de comunicación. El lector furioso que, trastornado, fue a impartir justicia a chingadazos en el pueblo de junto. El soldado que, encaprichado por que su general le quitó una concubina, dejó de pelear y al hacerlo, casi hunde a una alianza militar que sitia una ciudad. La escritura de ficción es la metástasis de un secreto, su floración como tumor. El secreto que deviene chisme porque la historia era tan buena que uno de los miembros de la parte negativa de la ecuación no resistió más y lo fijó por escrito.