POESÍA

Los mejores poemarios de la Feria del Libro

Los críticos de ABC Cultural le sugieren extraordinarios libros de poesía –el género para «la inmensa minoría»–, que encontrará en el Paseo de Coches del madrileño parque de El Retiro

La poeta malagueña María Victoria Atencia pertenece a la Generación del 50

Varios autores

MARÍA VICTORIA ATENCIA. ‘UNA LUZ IMPREVISTA’. Cátedra, 2022. 568 páginas. 16,50 euros

Jorge Guillén la bautizó como «Serenísima», el mismo título de la República de Venecia, pero no tiene nada de su pompa, está hecha de sencillez, precisión y hondura. Es la malagueña ... María Victoria Atencia , que, superados los noventa años, ha publicado sus ‘Poesías completas’, con un título tomado de Dante , ‘Una luz imprevista’. Lleva seis décadas escribiendo poemas. Dudan los críticos dónde encasillarla, en qué generación: la segunda de la posguerra, los novísimos... Es una voz personal, verdadera. Parte, por supuesto, de ‘Caracola’ y ‘Litoral’, del magisterio de Bernabé Fernández-Canivell, pero también desciende del Veintisiete, de Bécquer y Rilke , de Jorge Manrique y T. S. Eliot, de San Juan de la Cruz y Emily Dickinson... De toda la gran tradición poética, andaluza y universal.

Se ha subrayado mucho su concisión, su depuración formal, su neo-romanticismo reflexivo. Busca la espiritualidad sin alejarse de lo cotidiano, lo material: «Y luego, de vuelta del mercado,/ repartiré en la casa amor y pan y fruta». Como música, nos ofrece un «compás binario»; la «debida proporción»; «el contorno preciso en que lo bello acaba,/ su espacio de hermosura». Canta a la armonía, a un orden siempre amenazado . Sabe por experiencia que el poema es «un salto al vacío, al vacío absoluto», el hueco de una taza, el permanente «umbral» de lo que siempre nos falta. Pero no se queda en la desesperación romántica: «Apuesta por la vida y añade a su grandeza/ la levedad, al menos, de un junquillo de marzo». Tampoco busca la originalidad ni la variedad: «Siempre/ digo las mismas cosas y yo lo sé. La vida,/ mi vida, al menos,/ se construye sobre repeticiones». Todos buscamos lo mismo: «Ya que sólo amor cuenta».

El poeta, además, aspira a una luz : «Recógete, alma mía. Es sólo la belleza/ que viene y tiñe el cielo y te deslumbra y pasa». Igual que vuelan los pájaros: «Sin más razón que el vuelo». Por eso escribe «para seguir creyendo la hermosura del mundo». Ése es el resumen de una poeta auténtica: «Sólo lo cierto cuenta». Lean a María Victoria Atencia. Por Andrés Amorós

T. S Eliot (Saint Louis, 1888 - Londres, 1965)

T. S. ELIOT. ‘LA TIERRA BALDÍA’. Olé Libros, 2022. 109 páginas. 19,23 euros

Este año se cumple el primer centenario de la publicación de ‘The Waste Land’ de T. S. Eliot , un libro que, pese a su brevedad (434 versos, de los cuales 140 tienen rima), ha determinado la poesía de la primera mitad del siglo XX. De las más de veinte versiones que hay en nuestra lengua, algunas de ellas tan excelentes como las de Jaime Tello, publicada por Visor en 2009, y la de Andreu Jaume, publicada por Lumen en 2015, he elegido no sólo la más reciente sino también la que me parece también la más lograda tanto por su concepto musical del poema como por la articulación de las distintas jergas parodiadas que entran en juego, la comprensión del valor y función del fragmento, y la asunción en su práctica de lo que Ted Hughues interpretaba con toda razón como clave del texto: el ser «un drama para voces».

Esto y su uso antropológico y poético de la mitología, la fusión de distintas épocas, tiempos y estilos, que constituyen lo que Ernst Robert Curtius calificó como su «alejandrinismo», han sido perfectamente engarzados aquí en esta nueva versión, hecha por Sanz Irles e iluminada por el prólogo de E. Hernández Busto y el epílogo de J. A. Montano, que sirven de guía al lector por esta selva oscura en la que Eliot objetivó la crisis del espíritu en el que después de 1914 se encontraba Europa, el caos en que estaba sumida y también su posible superación. Todo ello, como una gran panóptica que servía de espejo al derrumbe de la civilización y la cultura que, en y desde sus ruinas, era aquí descrita y dibujada ‘The Waste Land’ se ha convertido con los años en un clásico de la poesía occidental.

No es, desde luego, una lectura fácil sino más bien todo lo contrario, y en eso radica también su alta calidad : en la resistencia que su comprensión opone y en el amplio abanico de conexiones que sugiere. Octavio Paz lo describió como «un obelisco cubierto de signos, invulnerable ante los vaivenes del gusto y las vicisitudes del tiempo». Y Sanz Irles nos lo presenta bajo y desde la combinación de tres de sus más evidentes claves: «sonoridad, intertextualidad y fragmentación». Por Jaime Siles

El poeta madrileño Alejandro Céspedes

ALEJANDRO CÉSPEDES. ‘CAZADORES DE ICEBERGS’. Salto de Página, 2022. 119 páginas. 15 euros

Alejandro Céspedes es uno de los poetas que con más apasionamiento está buscando, entre nosotros, nuevos caminos estéticos. En sus libros últimos, de enorme fuerza expresiva, intensidad , se produce tanto una profunda dramatización del yo, de la realidad como una profunda dramatización del texto poético. En este desarrollo teatral, construye una voz entre la violencia de Artaud y el absurdo de Beckett, una voz que clama contra el mundo de hoy. Para Céspedes no se trata tanto de dar al poema una dimensión social, sino de intentar preguntar por la posición que ocupa el hombre en el avance de esta tierra baldía en que poco a poco se va convirtiendo todo.

De honda raíz filosófica , pero donde pensar es también una manera de sentir, crea un único poema donde conviven diversas voces y estructuras que se despliegan por este universo trágico donde las emociones más puras están asediadas por una violencia social y un absurdo metafísico. Siempre sorprendente, tampoco en ‘Cazador de icebergs’ va a dejar indiferente. Ha decidido apostar por el riesgo y volver a una forma de vanguardia porque es la mejor forma de expresar la complejidad de la experiencia actual, humana, social y textual.

Se podría decir que sublima la experiencia de la incertidumbre porque, para Céspedes, el hombre ha sido abandonado, arrojado a un espacio en que cualquiera de sus acciones se vuelve contra él mismo, como si la bala que disparara siempre tuviera como destino su propia sien. Crea, sin duda, un discurso perturbado a partir de imágenes y de conceptos que encierran la geografía de un apocalipsis o, por decirlo con sus palabras, una «genética del caos». La infancia que se perdió, el dolor que precede al «gran silencio» son llagas abiertas en este universo creado más allá de los géneros, en el lugar donde la gran poesía nos muestra un teatro de sombras. Por Diego Doncel

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