Jorge Fernández Díaz - CONTACTO EN BUENOS AIRES
Contra las vacas sagradas de la literatura
En sus artículos, César Aira perpetra auténticos parricidios literarios al cargar con crueldad contra algunos popes del ‘boom latinoamericano’
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Iniciar sesiónAlguna vez, practicando el arte de la injuria, anticipó con fría crueldad que «el mejor Cortázar es un mal Borges» . Ahora mismo, en una espinosa recopilación de sus artículos titulada ‘La ola que lee’, César Aira republica otros parricidios literarios. Desdeña allí a ... Kundera y a Eco , que le parecen novelistas deleznables e injustamente prestigiosos, y carga contra algunos popes del «boom latinoamericano» . Elige ‘Gringo viejo’ y asevera que leerlo se parece «a esas penosas obligaciones a que son sometidos los escolares. Y en ese sentido -agrega-, debe reconocerse que Carlos Fuentes está acertado: al público desafecto a la literatura solo se lo satisface haciéndolo sufrir».
A García Márquez le cae por ‘El amor en los tiempos del cólera’ , novela que no teme en calificar como «deprimente» : «Es floja incluso para un Premio Nobel», ironiza. Lo castiga, a su vez, por ‘Miguel Littin, clandestino en Chile’ -obra maestra del periodismo narrativo- por su pose de «intelectual de izquierda» y porque la peripecia se lee como el documento de una película que al final no querríamos ver: «Tan persuasiva es la propaganda en contra que aquí se le hace». Tampoco se salva su compatriota y en cierto modo rival, Ricardo Piglia , de quien destripa su celebrada ‘Respiración artificial’: «Una de las peores novelas de su generación», dictamina. Y sostiene que Piglia practicaba una «sordidez profesional» derivada del «temor infantil de que lo comparen con Roberto Arlt ». Con exquisita maldad, Aira añade entonces que Piglia no proviene del autor de ‘Los siete locos’ («fue un verdadero novelista») sino de Sabato , que en el ambiente cultural argentino ha caído en desgracia merced principalmente a sus imposturas públicas y a la persistente demolición operada por Borges, que lo ha ridiculizado con incontables anécdotas y hasta lo ha bautizado como «Ernesto Sótanos» .
El libro no se detiene en socavar la figura del «escritor serio» , sino que avanza sobre la propia poética de este mítico autor de culto que ya lleva publicadas más de cien novelas. Cada vez que leo a Aira pienso en Dalí . No solo por su radical vocación vanguardista y su rescate del surrealismo, sino por la construcción del personaje público , no como un mero acto de marketing o de malditismo narcisista, sino como una verdadera obra de arte encarnada que le da sentido a su narrativa. Su propósito declarado es esquivar las fórmulas de la literatura convencional , por más prestigiosas que sean, y generar una lógica nueva. Aira mira a Duchamp y es ya un performer literario. Toma, como Picasso , escombros y desechos para resignificarlos en su propia obra; en este caso, formatos populares que encara con prosa automática e improvisada, y remata con desconciertos: sostiene que lo importante no es el producto final sino el proceso, y les recomienda a los escritores jóvenes que prefieran lo nuevo a lo bueno. La enorme paradoja de su extravagante itinerario es que César Aira -también traductor de Stephen King y entusiasta de Lee Child - empezó riéndose de las vacas sagradas y de quienes ganaban el Nobel, y ahora los críticos lo colocan cada año en la gran lista de candidatos. Una vuelta de tuerca, una dulce maldición.
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