Obsesión

Todos pasamos por momentos en el que una idea o un pensamiento se convierte en recurrente e incontrolable. Habitualmente sucede en periodos difíciles, de ansiedad o de estrés. Se trata de algo completamente normal aunque en ocasiones, existe el riesgo de que esos pensamientos se conviertan en obsesiones. Una preocupación se distingue de una obsesión por el grado de intensidad, frecuencia y duración. Si estas obsesiones se convierten en crónicas e interfieren en el día a día de la persona, entonces habrá pasado a convertirse en una patología.

El cerebro está siempre en actividad y crea contenidos continuamente. Se trata de contenidos producidos por la actividad de funciones cognitivas básicas como la percepción, la atención y la memoria. Con esos contenidos elaboramos los pensamientos, sueños y diálogo interno. Si al procesar es información se hace de forma inadecuada, cargándola de amenazas, se incrementa la preocupación y se favorece el inicio de la obsesión . Igual sucede en el caso del diálogo interno negativo que se convierte en un bucle difícil de parar.

Las obsesiones provocan grave malestar con explosiones de ira, sensación de frustración, ansiedad e indefensión. Otros problemas son aquellos que tienen que ver con el tiempo que se dedica a esa obsesión distorsionando el día a día de quien la sufre o la incapacidad de tomar decisiones ante una duda insuperable al dar vueltas una y mil veces a una decisión. Si se pudiera extraer algo positivo de las obsesiones es precisamente que, de tanto repasar la realidad, se disminuye la posibilidad de error, aunque no compensa la cantidad de efectos negativos que conlleva.