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«El reino de los cielos», la Cruzada de Ridley Scott
ABC ofrece el domingo 23, por solo un euro, el DVD de esta espectacular película
J. C.
Pasado el vendaval de «Gladiator» , y después de rodar un puñadito de filmes de perfil medio, Ridley Scott volvió a probar suerte con el género de épica histórica. Aunque nada de peplum esta vez, sino más bien la Edad Media, concretamente ... las Cruzadas , un marco incomparable para derramar todo el instinto de cine espectáculo a base de mareas humanas y caballeros con espadas que caracteriza al cineasta británico. Así, «El reino de los cielos» hunde sus raíces en Tierra Santa, donde Godofredo de Ibelin, favorito caballero del rey de Jerusalén, que convence a su hijo ilegítimo Balian para que le acompañe en su epopeya en busca de la paz y la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos.
De factura impecable y duración generosa (145 minutos, que se alargaron hasta casi los 200 en la «versión del director» del DVD, «El reino de los cielos» contó con un abultado reparto donde, además de Liam Neeson y Orlando Bloom , también sobresalían Jeremy Irons, Edward Norton (aunque no pudo lucir demasiada expresividad, por no decir ninguna, ya que su personaje aparecía enmascarado aparatosamente), Michael Sheen, David Thewlis, Brendan Gleeson y la bella Eva Green . Además, las localizaciones «made in Spain» (el Castillo de Loarre en Huesca, Córdoba, Sevilla y las murallas de Ávila) le dan un toque especial, aunque Scott también tiró de su amistad con el rey Mohamed VI para rodar de nuevo en Marruecos.
Aunque su paso por la taquilla no fue para tirar cohetes ( recaudó 150 millones de dólares , solo 20 más de lo que costó), y no rascó bola en los Oscar, al menos sí que tuvo a la plana mayor de la crítica de su parte. Sin ir más lejos, en ABC se la ensalzó como « colosal ejercicio cinematográfico con una vigencia metafórica asombrosa y que, gracias a su personajes, y poco más, se baja esta monumental película a ras de tierra, se le sirve maciza, pero porosa, al espectador, y sin rasparle por ello ni un gramo de épica ni de lírica». Lo dicho, una buena forma para pasar una tarde de domingo con las cimitarras en alto.
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