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«Europa no sería viable sin España»

Cristóbal Montoro, responsable económico del PP, desgrana para Empresa el proyecto económico de su partido

ernesto agudo

por susana alcelay y maría jesús pérez

Ha sido el azote del Gobierno en esta legislatura, desde la arena política ha recordado machaconamente al Gobierno de Zapatero que lo ha hecho muy mal en el terreno económico, al mismo tiempo que reclamaba control en el gasto y reformas profundas para sacar a España de la pertinaz crisis. Cristóbal Montoro (Jaén, 1950) se muestra optimista sobre el futuro, sobre las oportunidades que se abren para España con nuevo rumbo en la política económica y desgrana para Empresa cómo conseguirlo, el proyecto económico de un eventual gobierno popular.

—Grecia está de nuevo en la diana y España, cuestionada.

—La cuestión es que Europa, que es el euro, la estamos construyendo haciendo los deberes en casa, y quien no los haya hecho antes, lo tendrá que hacer ahora si quiere seguir siendo miembro del club. En un país hay que hacer reformas cuando le conviene a ese país, y no cuando las impongan desde fuera, porque esto provoca el rechazo del ciudadano medio. Cuando fuimos gobierno en 1996 estábamos convencidos de que el proyecto de España pasaba por el euro, fue un objetivo nacional y la sociedad lo asumió; entendió que había que hacer un esfuerzo que valía la pena. Llevamos a cabo una política para estabilizar los precios, para liberalizar la economía, incluidas las privatizaciones, de equilibrar los presupuestos públicos. Reformas que abrieron la etapa de crecimiento económico y de creación de empleo más larga de nuestra historia reciente.

—Toca recuperar el espíritu del euro entonces.

—No todos los países han hecho los deberes en el mismo grado y, efectivamente, hay que recuperar el espíritu fundacional del euro. Obviamente en el club hay que estar porque se cumplen sus normas, las del euro, que en sí es una garantía de estabilidad económica que permite a un país crecer, generar empleo y oportunidades, y supone también un impulso para la integración política de Europa.

—Pero... ¿es salvable Grecia?

—Lo de Grecia se arregla aplicando las normas del club, los normas de estabilidad del club, lo que implica hacer las reformas estructurales que le permita crecer, ganar competitividad y salir cuanto antes de la crisis económica. Ahora bien, un país que tiene un altísimo tipo de interés sobre sus espaldas, tiene más dificultades para financiar el crecimiento económico.

—Antes se hablaba de salvar Grecia, pero ahora parece que de lo que se trata es de que no se rompa el euro.

—Considero que lo que está ocurriendo en estos momentos, aunque cargado de riesgos, tiene un fondo positivo. En los años 90 había una separación, una Europa de dos velocidades y fue el Gobierno del PP el que rompió este esquema. El objetivo era que España entrara a formar parte de la moneda única desde el comienzo cumpliendo sus objetivos, y nos pusimos a ello, propiciamos que España estuviera en el club de la estabilidad económica.

—¿Y ahora?

—España puede estar perfectamente en primera división y es a lo que tenemos que aspirar y con ello se estabilizaría el euro, los países que hoy lideran las decisiones en Europa, y las instituciones europeas, necesitan un socio fuerte y estable en el sur. Nuestro problema es la deuda externa que el Gobierno socialista sigue sin asumir y que ha sido el origen de nuestra vulnerabilidad en esta crisis financiera global; un problema que se ha agravado con la irresponsable emisión de deuda pública. Este ha sido el error del Gobierno en esta legislatura, impulsar políticas de gasto público que nos han situado en la primera fila de la crisis de deuda soberana. El modelo no ha funcionado. España tiene una tasa del paro del 21%, sin apenas crecimiento y con una prima de riesgo demasiado elevada que ha requerido la intervención del Banco Central Europeo. ¿Cómo salimos de aquí? Con las reformas que propicien un mayor crecimiento económico, capaz de devolver la confianza a los mercados, lo que significaría recuperar la financiación externa, los préstamos.

—La política de incentivar la demanda interna con gasto público no ha funcionado. ¿Qué hacer?

—Hay que aplicar reformas del lado de la oferta, que aumenten nuestro potencial de crecimiento y la demanda interna se recuperará sola: no hay que alimentar el consumo doméstico artificialmente, éste se recuperará cuando haya confianza, cuando la creación de empleo esté en marcha.

—España ha demostrado que puede crecer con vigor y crear empleo a buen ritmo...

—Ahí está la renta disponible. En 2010 España tenía un nivel medio de renta de 23.200 euros frente a una media de 12.400 euros que había en 1996. Lo que quiero decir con esto es que España tiene graves problemas económicos, pero que ha demostrado sobradamente que puede crecer y crear empleo... aunque también lo puede destruir. Somos el único país del mundo que con una tasa de ocupación del 47,9% en el año 1996, lo que significaba que trabajaban 12,5 millones de personas, logró ocho millones de empleos más hasta el 2007, y así llegamos a los 20,5 millones de ocupados. Ahora, pese a que se han destruido dos millones netos de puestos de trabajo, tenemos el 50% más de ocupados que en 1996, lo que, sin embargo, no resta gravedad a la situación.

—¿La situación de hoy es homologable a la que había en 1996, cuando el PP llegó al Gobierno?

—Como ya he explicado hay tres rasgos sobre los que asentar mi optimismo. El primero, la evolución de la renta; el segundo, la contrastada capacidad de crear empleo y aún hay un tercer rasgo que diferencia la situación actual de la vivida en el 96, que es la internacionalización de nuestra economía. En aquel año las empresas españolas tenían invertido fuera de España el equivalente al 6% del PIB, cifra que hoy en día se eleva a casi el 47%. Es decir, cerca de 500.000 millones de euros que nos dan una presencia histórica fuera de nuestras fronteras, especialmente en Latinoamérica.

—¿Qué medidas inmediatas debe abordar el nuevo gobierno?

—Necesitamos financiar el crecimiento con reformas.

—Enumere las principales, las más urgentes.

—Una reforma urgente es la del sector bancario con el objetivo de sanear sus balances, algo que venimos reclamando desde hace años y que todavía no se ha hecho. El Gobierno cometió el error de lanzar este mismo año al sector bancario a un proceso de capitalización, cuyo resultado ha sido una mayor restricción del crédito. Y no será porque no lo advertimos. La segunda reforma es la presupuestaria, que ya hemos emprendido con la reforma de la Constitución, que asienta el principio de estabilidad presupuestaria, y que se traducirá en que las administraciones públicas no sean demandantes de crédito en la magnitud que hoy están registrando.

—¿La tercera reforma?

—La tributaria. No hay que subir los impuestos, hay que bajarlos selectivamente, aplicar desgravaciones que financien la inversión empresarial y promuevan el ahorro privado, algo que los socialistas no entienden. Solo hay que recordar al ex ministro Pedro Solbes cuando decía que eso de bajar impuestos no se lo creyó nunca. Pero nosotros sí nos lo creemos, creemos que hay una oportunidad de hacer una reforma tributaria en España, porque hay una presión fiscal muy baja, que ha caído entre 6 y 7 puntos de PIB en la crisis, y porque además, la recaudación del Impuesto sobre Sociedades sigue descendiendo por tercer año consecutivo. Evitar esta caída es el objetivo de nuestra reforma.

—¿Con qué medidas se evita la caída?

—Con las orientadas a ensanchar las bases imponibles, confiando en que los inventivos fiscales modernicen la configuración de los impuestos. Pretender subir los tipos nominales de los grandes impuestos equivale a perjudicar el crecimiento económico.

—Háblenos de la reforma del mercado de trabajo

—La reforma de la negociación colectiva es clave para que la evolución de los salarios se adecue a la realidad de las empresas lo máximo posible. Evidentemente no debe dominar el convenio autonómico, que es lo que parece preocupar a los partidos nacionalistas, frente al convenio de empresa. También hay que abordar otros ámbitos como la formación profesional o los tipos de contratos.

—¿Es partidario de modificar el despido?

—Hay que formular condiciones objetivas, pero no convertir el despido, como erróneamente ha hecho el Gobierno, en la causa fundamental de la reforma. Siempre tiene que haber una protección al empleado, de modo que una desjudicialización completa sería absurda. Hay que ir hacia causas claras y comprensibles de despido, y evitar los procesos de judicialización costosos y largos donde aparece la incertidumbre. Nuestra preferencia va en línea con el contrato que se puso en marcha en el año 1997, con su actualización y la definición de sus condiciones. Pero insisto, la prioridad en estos momentos no es el despido, sino la formación de salarios que es lo que puede destruir puestos de trabajo, sin olvidar la excesiva fiscalidad que afecta a la contratación. No hay que ver las medidas aisladas, sino como parte de un armazón

—¿Habría que abordar una reforma del sistema de protección por desempleo?

—Insisto que lo prioritario dentro de la reforma laboral son los salarios, lo que no evita que en el subsidio contra el paro no haya que luchar contra el fraude en las prestaciones. Hay que evitar que el cobro de este subsidio, incentive el no buscar empleo. Es verdad que en todos los ámbitos laborales ha sido el Gobierno socialista el que ha abierto los debates, con reformas fallidas. Esta es una gran diferencia respecto a los años 90, de la que hay que hacer un uso político ponderado e inteligente.

—En el terreno laboral llama la atención que ahora se adopten medidas siempre rechazadas como la posibilidad de encadenar los contratos temporales...

—Al Gobierno no le quedaba otro remedio porque el paro puede crecer más en estos meses. Estamos en un final de legislatura imposible, por la presión de los mercados, por la falta de crecimiento económico, por el paro, por un Gobierno que pierde sus apoyos electorales día a día, incapaz por tanto, de tomar las medidas económicas que necesitamos. Es un momento muy complicado. Agónico, con salidas falsas como la del Impuesto sobre el Patrimonio, incluso con dudas sobre si se cumplirán los objetivos de déficit público, con el cumplimiento del programa de convergencia.

—¿Qué margen hay para abordar las reformas?

—El margen que nos da la necesidad acuciante de acometerlas, es decir, la urgencia y la confianza de que nos devolverán el crecimiento económico y la creación de empleo, siempre que se desprendan de ideologías caducas como son las que han dominado, por ejemplo, en la política energética o de competencia de nuestro país.

—¿Estamos hablando de cambiar la estructura de costes del sistema energético?

—Lo que hay que hacer es un mix de oferta energética desde el realismo, cuyos costes puedan asumir los consumidores domésticos y empresariales.

—El argumento de una parte de la izquierda es que no podemos dejar que los mercados sustituyan a la política.

—La crisis de la política de izquierda es que parece que está basada únicamente en el gasto público y cuando se acaba el dinero, se acaba la política. También los mercados necesitan regulaciones y una ponderada actuación del Estado en la oferta de servicios públicos.

—¿Se pueden abordar todos estos retos sin lograr una mayoría absoluta?

—El objetivo de salir cuanto antes de la crisis económica requiere del más amplio apoyo social posible.

—La salida de la crisis parece también una oportunidad de integración política.

—Efectivamente lo es. Necesitamos que España sea un agente activo en Europa y eso no lo podría hacer nunca un país dividido, con su mercado interior segmentado. La salida de la crisis es una oportunidad de integración política, necesitamos colaborar con Europa, que no sería viable sin España.

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