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Países al borde de la quiebra

Europa del este y los estados norteamericanos de California y Kansas lideran la lista de economías con más dificultades para sus facturas

La posibilidad de que utilicen pagarés para devolver el IRPF cobra fuerza. ¿Aceptará la banca adelantar el dinero a los contribuyentes?

¿Países enteros en suspensión de pagos? Algo que hace apenas un par de años era inimaginable, hoy es una posibilidad con visos de convertirse en realidad. Y no se trata de un mal que sufrirá Iberoamérica, Asia o la zona más profunda del continente africano. Esta crisis señala sin reparos a los pesos pesados de la economía mundial: Europa y Estados Unidos.

Los problemas a uno y otro lado del Atlántico tienen similitudes importantes, aunque también un puñado de diferencias. En Estados Unidos, la elevada deuda y la burbuja inmobiliaria son los principales motivos de la falta de sueño de sus dirigentes. En la Vieja Europa, por su parte, la puesta en evidencia de las debilidades del euro lucha con el abultado endeudamiento por el primer puesto en el podio de los problemas a atajar.

Estados Unidos revive así situaciones que refrescan la memoria de aquellos que vivieron la Gran Depresión con toda su crudeza. El déficit comienza a comerse poco a poco las posibilidades de una recuperación cercana. De hecho, California, el estado más emblemático de la Unión, la que se dice sería la octava economía mundial si se aislara de EE.UU., se encuentra ya al borde de la insolvencia.

Su deuda alcanza unos escalofriantes 42.000 millones de dólares y el equilibrio presupuestario es tan difícil que, ante la imposibilidad de acordar un plan de salida entre republicanos y demócratas, Arnold Schwarzenegger (el «Gobernator») se ha visto obligado a despedir a miles de funcionarios, suspender las obras públicas y empezar a pensar a hacer frente a sus facturas con pagarés.

Pero el caso de California no es único. Kansas sigue la estela californiana a marchas forzadas. Hace unos días, el Director de Política Presupuestaria del Estado, Duane Goosen, admitía que «ya no hay dinero en efectivo» y que había tenido que suspender las devoluciones de los impuestos sobre la renta. Al igual que en California, la posibilidad de recurrir a los pagarés para poder afrontar estos pagos, ha sido puesto encima de la mesa.

Sin embargo, surge la duda de si los bancos estarán dispuestos a descontar los cheques del Tío Sam, cuando se hallan en el centro de una vorágine financiera de dimensiones desconocidas. Y sobre todo cuando las perspectivas de recuperación no son nada alagüeñas.

La Vieja Europa, en jaque

Europa tampoco ha conseguido mantenerse al margen de la sospecha. La sombra que recae sobre ella es, si cabe, más compleja que la estadounidense. Y es que no sólo se trata de lidiar con un excesivo endeudamiento, sino de evitar también el desplome de algunos países de Europa del este.

Alemania y Francia ya han reconocido públicamente que están abiertas a ayudar a cualquiera de estos países que así lo necesite. En concreto, la canciller Angela Merkel reconoció que «no se negará a fortalecer al FMI, de ser necesario, si algunos países estuviesen en problemas». Y no se trata de un gesto de generosidad, sino de valoración de riesgos. La solidaridad intracomunitaria es, sin duda, mucho más barata que la quiebra de alguno de los países de la Unión, pues ello pondría en la picota, nada más y nada menos, que la moneda única.

El peligro viene del este

Y no sólo eso, los créditos multimillonarios concedidos en los últimos años a los países ex comunistas de Europa del este también podrían convertirse en un nuevo foco de incendio para algunas economías europeas. Sólo los bancos austríacos prestaron en esa región cerca de 300.000 millones de dólares en créditos, lo que equivale al 68% del Producto Interior Bruto (PIB) de la república alpina.

Similar, aunque algo menos dramático, es el caso de las entidades suecas, con préstamos de unos 80.000 millones de dólares concedidos a las tres repúblicas bálticas. Pero la lista no acaba ahí. Alemania, Francia, Italia y Grecia son otros de los países con una alta exposición bancaria en el este de Europa.

Y es que, hasta ahora, asumir el riesgo de invertir allí daba unos jugosos dividendos. Según informaciones del Banco Nacional de Austria (OeNB), en 2007 el 43% del total de las ganancias registradas por la banca austríaca provenían de los negocios en el este de Europa.

Además, en los países ex comunistas, muchos se han endeudado en los últimos años de bonanza económica en monedas extranjeras, en su mayor parte euros y francos suizos, por un valor total de unos 1,5 billones de dólares. Y un 90% de estos fondos proceden de bancos de la zona euro, un 19,8% de entidades austríacas, un 15,8% alemanas, un 15,6% italianas y un 11,6% francesas.

El problema ahora es que las monedas locales, como el zloty polaco, la grivnia ucraniana o el leu rumano, se han devaluado de forma alarmante. En el caso del zloty, la pérdida de valor supera incluso el 50% desde el verano del año pasado. Pero mientras que Polonia aún espera poder crecer un magro 1,5% este año, en Ucrania la contracción económica superará el 10% en el 2009, impulsada por la depreciación monetaria, pero sobre todo por el derrumbe de la producción industrial, especialmente en el sector metalúrgico.

Ante esta situación, el Gobierno austríaco trata desde hace semanas de convencer a sus socios comunitarios de la necesidad de ayudar a esa región. Y es que sólo en este año, tienen que devolver unos 400.000 millones de dólares a sus acreedores en Europa occidental, lo que ante la devaluación de sus monedas y la crisis económica se hace cada vez más difícil.

La cúpula del gobierno austríaco se encuentra desde hace semanas de gira por varias capitales europeas para buscar apoyo a su iniciativa y determinar el nivel de las necesidades en los países más afectados. La prensa austríaca habla de un supuesto plan de 150.000 millones de euros, sin precisar quién debe aportar el dinero ni cómo se pondría en práctica.

Lo que está claro es que no sólo deben recibir apoyo países ex comunistas dentro de la UE sino también Estados extracomunitarios como Ucrania o Croacia. Para no fomentar el pánico, el Ministerio de Finanzas de Austria ha desmentido estar impulsando un plan de rescate y destacó que el objetivo es «coordinar y optimizar» las medidas ya aprobadas en Europa.

Mientras que la morosidad crece debido a la devaluación frente al euro y el franco suizo, los precios de la vivienda se han desplomado en toda la región, lo que acelera la espiral bajista. No en vano, algunos analistas aseguran que la situación «se parece mucho al colapso financiero» sufrido por Asia a finales de la década pasada.

Uno de ellos es Lars Christiensen, economista jefe del Danske Bank, el Banco Nacional de Dinamarca. Este experto predijo ya en el año 2006 la debacle financiera de Islandia. En un análisis publicado esta semana, el economista danés vaticina que los países menos afectados por la crisis, es decir, Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Eslovenia, sufrirán una recesión de entre el 2 y 5% de su PIB.

Mientras, los más afectados, como Ucrania, Rumanía, Bulgaria y las repúblicas bálticas, sufrirán una contracción económica de dos dígitos. «En otras palabras, en concepto de actividad perdida, esto es tan malo o incluso peor que la crisis asiática de 1997/98», advierte Christiensen.

Otro reputado economista, el alemán Hans Redecker, del BNP Paribas, ha asegurado sin complejos que «los bancos europeos más activos en el este deberán amortizar en torno al 20% de los créditos concedidos». Toda una hecatombe financiera en caso de hacerse realidad.

Rechazo al apocalipsis

En Austria, la indignación entre los expertos es grande. No sólo las entidades financieras afectadas rechazan estos análisis apocalípticos. El OeNB atacó frontalmente a los analistas y diarios financieros que con sus artículos causaron un derrumbe de las acciones bancarias en Europa al inicio de la semana.

En un comunicado el OeNB criticó a «algunas publicaciones, especialmente a «Wall Street Journal» y asegura que los bancos vieneses «disponen de suficiente capital y liquidez» para superar esta delicada situación. El Raiffeisen International, una de las entidades financieras más expuestas junto con el Bank Austria —en manos del italiano Unicredit— y el Erste Bank, también reaccionaron adelantando la publicación de sus resultados de 2008.

El banco, presente en 17 países del este de Europa, registró una ganancia récord de 980 millones de euros el año pasado. Así, logró frenar el desplome de sus acciones, causado por un informe de la agencia de calificación de riesgos Moody´s, que había advertido de los grandes riesgos en el este. Pero el gobierno austríaco ya no está solo en su pedido de ayudas para evitar un colapso de Europa del este. El jefe del Banco Mundial (BM), Robert Zoellick, ya ha instado a la Unión Europea a coordinar un proyecto conjunto con el BM, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras organizaciones multilaterales. En declaraciones al diario británico «Financial Times», Zoellick aseguró que dicho paquete «debe recibir el apoyo de los gobiernos europeos» y agregó que 20 años después de la reunificación de Europa, «sería una tragedia que Europa dejase que se produjeran nuevas divisiones». Para ello se necesita un apoyo más activo de Bruselas, agregó el responsable del BM.

Primeras reacciones

En la CE comienzan a reconocer la urgencia del asunto. El comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia, reconoció estar «preocupado» por la situación. Eso sí, el comisario hizo hincapié en las particularidades de cada país de la región y en la imposibilidad de encontrar una solución única para todos los Estados involucrados, algunos miembros y otros no de la UE. «No podemos dar a todos el mismo apoyo. Debemos diferenciar las situaciones distintas de cada uno de estos Estados miembros», señaló Almunia. Y es que no hay que olvidar que la crisis ha puesto más de relieve que nunca estas diferencias. Además, hay menos margen de error: tanto para una gestión fiscal deficiente como para equivocaciones políticas. Lo que antes pasaba desapercibido, ahora deja una huella profunda en el PIB.Sin embargo, los expertos aseguran que para ver medidas concretas habrá que esperar a la cumbre extraordinaria que celebrará la UE el primero de marzo. Hasta entonces, crucemos los dedos para que ninguno de estos países tenga que declarar el «default».

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