Reality show: ¿dónde está el límite?
El último episodio de «Gandía Shore» rozó una audiencia de 900.000 personas, un gran éxito para la cadena MTV que no ha estado exento de polémica
j.villuendas
En el «Show de Truman», Jim Carrey tiene una vida acomodada hasta que descubre que todo es mentira, que quien le quiere lo hace por contrato. En el segundo capítulo de la serie «Black Mirror», el concursante anti-sistema de un programa tipo Factor X ... acaba protagonizando anuncios de su nueva marca registrada: ponerse un cuchillo en la yugular. Y Arnold Schwarzenegger, en «Running Man», es un preso obligado a participar en un show televisivo en el que debe matar para no morir. ¿Supera, como se dice siempre, la realidad a la ficción?, ¿hasta que límite puede llegar la telerrealidad?
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El último capítulo de Gandía Shore congregó a casi 900.000 personas, «un super éxito de audiencia» para la MTV que sobre todo ha arrasando entre su target natural (20-30 años). El programa puede ser definido desde la convivencia de ocho tarugos que se dedican a fornicar, emborracharse y gritarse en un chalet de Gandía durante un mes, hasta el experimento sociológico de ocho jóvenes y su esfuerzo por definirse, encontrar su lugar, en una época tan importante de formación emocional. Ambas injustas e incompletas, desde luego tampoco son una muestra representativa de la juventud española, como explican los propios responsables del reality. De todas maneras, ¿cuál es la razón de su enorme popularidad?
«Tenemos que quitarnos las connotaciones morales»
«Gandía Shore es ver a gente, digamos, intelectualmente extrema, que en apariencia sólo tiene en la cabeza cosas primarias. Es un leitmotiv con suficiente potencia como para que te enganche», cree Diana Aller, guionista en «Supervivientes» o «Alaska y Mario», entre otros, y tenaz (y coherente) defensora de este formato, que no del programa en sí, que le aburre en seguida. El director del propio reality, Óscar Vega, lo define como «un programa novedoso, en el que los jóvenes tienen total libertad, que busca el humor», y apunta la clave del éxito de estos programas: «El casting».
Desde que en el año 2000 se emitiese la primera edición de Gran Hermano en nuestro país , la del apoteósico «quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza», ha llovido mucho en este campo. En todos los países la telerrealidad se ha sofisticado y evolucionado, en estética y ética, hacia unos derroteros inciertos o una huida hacia delante «que no tiene porque ser mala» entiende Diana Aller, que rechaza que ahora sean más extremos, que vayan más hacia lo monstruoso. «Simplemente van mutando. Tenemos que quitarnos las connotaciones morales», sostiene. Preguntado mi compañero de mesa por su opinión del reality de Gandía, me dice que una vez lo vio un rato y le pareció «vomitivo».
¿Es el reality hijo de su tiempo?
Pongamos, por ejemplo, un futuro más o menos cercano y un reality brutal que discurriría en una casa tipo Gran Hermano con exconvictos en absoluto reformados y muy violentos, cuidadosamente seleccionados, inmersos en pruebas para que acaben de la peor de las maneras. ¿Serán factibles aberraciones así?, ¿una buena audiencia justificaría su emisión?
«Para empezar hay que encontrar un límite entre el buen gusto y la decencia», afirma Paolo Donadio, responsable último de todos los programas de MTV España, en el que hay cosas «que pueden ser irreverentes y otras que no se pueden hacer». Donadio cree que hay fronteras que atañen a «la explotación de las miserias de los participantes o aprovecharse de su desesperación», concreta, que «no se deben sobrepasar».
«Hay que encontrar un límite entre el buen gusto y la decencia»
«Había un reality, que no sé si se grabó un piloto o qué, en el que varios sin papeles competían en pruebas durísimas y el que ganase le daban la nacionalidad británica», cuenta Aller. Al final no salió, la presión social lo tumbó. Y, como doctora en el campo, también comenta que ahora está de moda «realities donde se putea con pruebas militares, pero está dentro de la legalidad».
El marco legal, por supuesto, limita el contenido, marca la frontera. Y luego pues ya depende del bueno gusto y lo que la sociedad admita. Donadio apuesta porque los organismos controlen de manera eficaz, que en televisión sí se hace, pero cree que no en internet. «Yo soy padre y me da miedo lo que se hace en internet», explica.
«Autodestrucción máxima, soy lesbiana»
«Autodestrucción, autodestrucción máxima. Soy lesbiana», grita con su voz ronca Ylenia, la autodefinida como choni de Benidorm, que, en principio, volverá a estar en la segunda temporada
Para Diana Aller, las mujeres son la clave del éxito de cualquier reality. «Son más expresivas, tienen más registros, los hombres por sí mismos no funcionan, son comparsas», interpreta Aller. Preguntado por ello a Óscar Vega, el director de Gandía Shore, también se muestra conforme en el aspecto de que las mujeres son «más pasionales y los hombres tienden a huir de los problemas».
Y preguntados qué es lo que gusta de estos programas, la respuesta es similar. «Evasión y diversión», dice Aller. «Entretienen», cree Donadio. «Al final, al ser humano le interesan las vidas si los personajes son buenos», explica Vega.
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