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Vivir en un cementerio: «No dije a mi novia dónde vivía y cuando la llevé a conocer a mis padres pensó que era un psicópata»

El padre de Marc era sepulturero en el camposanto más antiguo de Barcelona, él creció junto a sus hermanos jugando a las canicas y estudiando entre tumbas con «respeto» pero sin «miedo» a la muerte

Marc, de pequeño, en el centro con dos amigas, y otro grupo de amigos jugando en el patio del cementerio, frente a la casa en la que viven ABC
Esther Armora

Esther Armora

Barcelona

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A pocos metros de interminables hileras de lápidas, con trasiego constante de coches fúnebres, y rodeados de cipreses, coronas de flores y panteones. En este ambiente digno de una novela de terror de Edgar Allan Poe, crecieron Marc Arias, que ahora tiene 60 años, y ... sus dos hermanos. También sus hijos. Su padre, el patriarca de la familia, Manuel Arias, fue durante más de medio siglo sepulturero en el cementerio de Poble Nou de Barcelona, el más antiguo de la ciudad, y el Ayuntamiento y Pompas Fúnebres, gestores en aquel momento del negocio funerario, le otorgaron, en calidad de funcionario municipal de cementerios, esta vivienda ubicada dentro del recinto mortuorio, justo cruzada la puerta principal del camposanto, a escasos metros de la entrada a las tumbas y panteones. Pese a lo tétrico del entorno, esta familia de origen leonés ha «crecido» en un ambiente de «absoluta felicidad», ajenos a su «peculiar» emplazamiento y con un «respeto absoluto» hacia «todo lo que significa la muerte».

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