«No me gusta lo de 'blandengue'. No se trata de que lloremos, sino de que nos comprometamos»
Para varios expertos lo que llama a las puertas de los hombres es la revolución del cuidado
La 'nueva' masculiniad, un concepto viejo en la era de la corresponsabilidad
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Iniciar sesiónA las masculinidades en los últimos años les llueven los apellidos: son tóxicas, disidentes, patriarcales, hegemónicas... A Concha Roldán, directora del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC) le gusta contraponer (y combatir) la masculinidad convencional que se ha impuesto ... para dominar a la mujer con la «igualitaria». Introduce por ello en su discurso el término «equipolencia» y cita a la autora Celia Amorós: hombres y mujeres como equivalentes. Lo fundamental es «la renovación, y en esa masculinidad la base está en la educación de los niños, porque nos transmiten roles de género desde que somos pequeños y no te das cuenta, los vas asumiendo como normales y los interiorizas», añade.
Por ello, Roldán, también presidenta de la Asociación GENET (Red transversal de Estudios de Género en Ciencias Humanas, Sociales y Jurídicas), cree que este debate sí es oportuno: mientras no se cambie a los dominadores, no se va a cambiar a la sociedad, colige. «El término 'blandengue' no está bien escogido, pero rubrico la campaña de Igualdad, porque la repartición de la tarea del cuidado, por poner solo un ejemplo, es un asunto no superado ni mucho menos», afirma.
A un hombre 'igualitario' como Santiago Moreno, portavoz de Ahige en Madrid (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género), tampoco le agrada el adjetivo: «Se puede ser 'blandengue' y abusador o violento y defensor de los privilegios que se tienen siendo hombre», arguye. Tampoco le gusta que en el spot se aluda a «la masculinidad fuerte, da lugar a interpretaciones que no son, pero sí que apele a la vulnerabilidad emocional del hombre». Lo de que el hombre no puede llorar es una construcción que se ha reemplazado. Y no es necesario vindicarlo a través de El Fary. «No se trata de que lloremos y seamos sensibles, sino de que nos comprometamos».
Más información sobre la controvertida campaña de igualdad
Varios de los expertos consultados hablan de un elemento que puede pasar inadvertido: la «carga mental» del cuidado. Y es que, resume Moreno y también alude la directora del IFS-CSIC, ya no se invoca «ir a comprar el pan o colgarse el delantal», hay una losa de citas, planificación cotidiana y tareas domésticas, traducida en muchas horas a la semana, que descansa aún mayoritariamente sobre la mujer -siempre según los últimos estudios, incluido el del Instituto Nacional de Estadística-. Moreno insta a examinar la casa de cada cual con casos prácticos: «¿Quién limpia los baños?».
Desde que Ahige nació en 2001 en Málaga agrupa a 200 socios que se alinean con reivindicaciones feministas y llaman a abandonar violencias y opiniones machistas. Es su punto de partida. Para ellos, aún hay mucho espacio que recorrer y participan de un decálogo del hombre en igualdad de género, con conductas que van desde el buen trato en las relaciones, la corresponsabilidad hasta el respeto a la diversidad sexual. «No nos conformamos con cambios aparentes, no vale cambiar para que todo siga igual. Se precisa una rebelión interna».
¿Toca?
Pero el debate sobre la masculinidad... ¿toca? Lo que lo que toca más bien es la revolución del cuidado, apuntan los expertos, que «llama» al hombre. Para Jorge García Marín, sociólogo de la Universidad de Santiago de Compostela, una vuelta por las redes sociales aflora al arquetipo masculino -«no ha desaparecido del todo»-, identificado con la fuerza, el valor y la agresividad.
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«Es cierto que estos temas se politizan mucho, pero tampoco podemos caer en la complacencia de que todo funciona bien. Sin los hombres no se conseguirá el cambio. El feminismo no es enemigo del hombre», reseña García Marín. Su colega, el también sociólogo Hilario Sáez, defiende que quienes plantean retos a los hombres de hoy no son las mujeres, es la propia igualdad.
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