Vivir bajo el peligro
Cinco millones de españoles residen en áreas de riesgo
Ahora ha sido el volcán de La Palma, cuya lava ha sepultado ya más de mil viviendas construidas en sus laderas. Pero en el resto de España cientos de miles de casas se levantan en zonas inundables. Los geólogos piden que se empiece a devolver a la naturaleza el terreno robado
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Iniciar sesiónEspaña es uno de los países más secos de Europa (con una precipitación media de 640 litros al año ), pero paradójicamente el fenómeno natural que más daños ocasiona es el de las inundaciones. Ya no provocan centenares de muertos, como ocurría en las ... riadas de los siglos anteriores; de hecho, en las últimas dos décadas son 312 los fallecidos . Pero año tras año se suceden las mismas escenas de destrucción y ruina, y después hay que destinar cientos de millones de euros a reconstruir lo destruido por el agua. Es un pulso interminable contra la naturaleza, que tarde o temprano acaba recuperando lo que considera suyo.
A pesar de que estas catástrofes se repiten todos los años –normalmente en verano y otoño–, más de cinco millones de españoles – un 10 por ciento de la población– viven en tierras inundables , explica a ABC el presidente del Colegio Oficial de Geólogos, Manuel Regueiro. Y lo peor: se sigue construyendo en estos espacios.
Hasta ahora, España tiene identificados en mapas de riesgo 19.900 kilómetros cuadrados de zonas inundables en las que se estima que viven 2.733.000 habitantes. Pero «estos datos no incluyen las cuencas internas de Cataluña, la costa gallega, las cuencas andaluzas del sur ni los archipiélagos», precisa el geólogo. «Si se hicieran los mapas de todas las zonas inundables –a finales de año, se espera llegar a 25.000 kilómetros–, se llegaría a cinco millones de personas», añade Regueiro, quien sostiene que las demarcaciones de mayor riesgo son las del Guadalquivir, Segura y Júcar.
Mapas de riesgo
Estos mapas de riesgo, que se pueden consultar en la web del Ministerio para la Transición Ecológica , contienen información sobre la extensión potencial de una inundación fluvial o marina en un territorio determinado, la altura a la que llegaría el agua, el número de personas que podrían resultar afectadas, la actividad económica, las instalaciones relevantes de la zona (depuradoras, industria, patrimonio...) y el valor medioambiental. Cada mapa plantea tres escenarios posibles, en función del riesgo: alta probabilidad, cuando las inundaciones se repiten cada diez años; media probabilidad, cuando el periodo de retorno es de cien años, y baja, cuando la recurrencia es de 500 años.
Pero las inundaciones que están ocasionando más daños en España en los últimos tiempos no son fluviales ni marinas, sino repentinas y están provocadas por episodios muy intensos de lluvia en muy poco tiempo , como los causados por las llamadas Danas (depresión aislada en niveles altos). Estas inundaciones se pueden producir prácticamente en cualquier zona urbanizada en las que las calles están asfaltadas, no hay tierra que pueda absorber el agua y el sistema de alcantarillado no es capaz de soportar tanta carga.
Menos espacio edificable
La ley obliga a incluir mapas de riesgo muy detallados y a las escalas adecuadas en los planes generales de urbanismo, pero esto no siempre se cumple. «Si llevas un mapa de riesgo bien hecho a un Ayuntamiento, no quiere verlo porque le fastidia los planes , ya que reduce el espacio para construir», explica Regueiro. «Nosotros hicimos una observación al plan de urbanismo de un pueblo que está en una llanura de inundación, y no nos hicieron ni caso». Las Comunidades Autónomas tampoco cumplen siempre con su labor de supervisión. « El problema es que en España no se planifica el desarrollo , y las casas se construyen en llanuras fluviales o en laderas volcánicas». Por eso, el Colegio Oficial de Geólogos pide que se cree un Observatorio que obligue a cumplir la ley antes de construir.
Cada año las inundaciones provocan daños en España valorados en unos 800 millones de euros , según datos del Consorcio de Compensación de Seguros, y el Colegio Oficial de Geólogos cree que habría que empezar a corregir los errores del pasado y devolver a la naturaleza el suelo mal urbanizado para no tener que reconstruir todos los años lo que el agua se lleva. Para ello, pide que se ponga en marcha un plan para expropiar las construcciones levantadas sobre terrenos inundables e indemnizar a sus propietarios.
«Hay que desurbanizar»
«Cuando un temporal se lleva un paseo marítimo todos los años, lo vuelven a construir y eso cuesta millones. Lo que debían hacer es desurbanizar», sostiene Regueiro. «Porque a la naturaleza no se le pueden echar pulsos. Al planeta Tierra le importa muy poco el ser humano», sentencia el geólogo. «Y no olvidemos que somos nosotros los que nos ponemos en su camino ; no es la Tierra la que nos agrede». Para dar una idea de la fuerza de la naturaleza, el geólogo añade: «El hombre se cree todopoderoso porque tiene hormigón, pero mañana cae un meteorito en Madrid y no queda nada de nosotros, como le pasó a los dinosaurios».
Los geólogos también insisten en la necesidad de invertir en medidas que reduzcan los daños producidos por las inundaciones, con infraestructuras como tanques de tormentas , presas de laminación de avenidas y canalizaciones, «aunque sean costosas o provoquen cierta agresividad ambiental». «Con el dinero que podíamos ahorrar tomando medidas de prevención, subvencionaríamos los mapas de riesgo de todo el país», dice Regueiro.
A pesar de ser el país mas seco de Europa, el fenómeno natural que más daño ocasiona a España son las inundaciones
Paradójicamente, el hecho de que una casa esté construida en una zona con riesgo de inundación no repercute en la cuota del seguro . «Esto que es habitual en Europa y en Estados Unidos, no pasa en España . Aquí el Consorcio de Compensación de Seguros es un paraguas que impide que los ciudadanos comprendan los riesgos que de verdad corren porque entre todos pagamos las irresponsabilidades urbanísticas de ciudadanos o administraciones».
Y es que los daños ocasionados por los riesgos extraordinarios (inundaciones, terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, tempestad ciclónica atípica y caída de cuerpos siderales y aerolitos), no los pagan las aseguradoras privadas, sino que lo hace el Consorcio de Compensación de Seguros . Este organismo público, creado en 1941, tras la Guerra Civil, se financia mediante sus primas, los recargos a los seguros privados y sus propias inversiones. No obstante, el Consorcio solo cubre los daños de los bienes y las personas que tienen contratado un seguro, de manera que los daños reales son muy superiores a sus indemnizaciones. Aunque en el conjunto de España el 72 por ciento de las viviendas están aseguradas, hay diferencias territoriales importantes, que van del 88 por ciento del País Vasco al 38 por ciento de Ceuta.
En los últimos 25 años, 69 de cada cien euros pagados por el Consorcio han sido por inundaciones, según un informe elaborado por Francisco Espejo Gil, subdirector de Estudios y Relaciones Internacionales del Consorcio. El año pasado solo la tormenta Gloria, que azotó la Península Ibérica y Baleares en enero de 2020, tras cruzar el océano Atlántico, ocasionó daños valorados en 219,5 millones de euros por el Consorcio. Y las inundaciones que sufrió Valencia en noviembre tuvieron un coste siniestral de 101,4 millones.
Las dos Danas que se produjeron el pasado mes de septiembre y que afectaron a zonas muy diversas de España, también ocasionaron cuantiosos daños. De hecho, el Consorcio ha recibido más 17.000 solicitudes de indemnización por daños de inundación, con un coste estimado que superaba los 87 millones de euros.
El caso de Filomena
Pero el Consorcio de Compensación de Seguros no cubre todos los riesgos extraordinarios. Por ejemplo, la mayor parte de los daños ocasionados por el temporal Filomena , que azotó parte de España el pasado enero, no recayeron en el Consorcio , ya que las nevadas están excluidas de sus indemnizaciones y corresponden a las aseguradoras privadas, que pagaron 230 millones de euros. Solo Mapfre indemnizó con 84 millones a sus clientes por los daños ocasionados por esa borrasca. En el municipio de Madrid, el más afectado por el temporal, Filomena provocó daños valorados en 279 millones a bienes municipales, aparte de los ocasionados a empresas y particulares.
Algunas voces, entre ellas la Agencia Estatal de Meteorología, están advirtiendo de que cada vez se producirán más episodios de lluvias torrenciales y, por tanto más inundaciones: no lloverá más, pero sí lo hará menos días al año y con más intensidad, dicen. Según Jorge Olcina, catedrático de análisis geográfico regional de la Universidad de Alicante, hay que adaptar los territorios a la nueva realidad pluviométrica y exigir, entre otras medidas, un cumplimiento estricto de la ley de suelos y su prohibición a la construcción en zonas peligrosas.
Había Danas hace mil años
Pero Danas e inundaciones catastróficas ha habido siempre. Para conocer el historial reciente de inundaciones de un determinado territorio se utilizan los datos del archivo de la Aemet, cuyos registros más antiguos son de 1805 , así como otras fuentes históricas (hemerotecas, testimonios, descripciones...). Pero las cartografías de riesgo las hacen los geólogos . «Nosotros podemos aportar datos de inundaciones anteriores al ser humano. Tenemos todos los recuerdos porque podemos ver los sedimentos de hace más de un millón de años», explica Regueiro. «Y ya había Danas hace mil años. Los eventos meteorológicos extremos se han sucedido muchas veces en la historia de la Tierra», relata.
El veterano meteorólogo José Luis Maldonado, que ingresó hace 51 años en el cuerpo, asegura que «siempre ha habido precipitaciones muy intensas en muy poco tiempo, como se puede ver en los registros», pero que antes se denominaban gotas frías o lluvias torrenciales. Maldonado sostiene que ahora llueve lo mismo que antes en el conjunto de España y advierte que «las precipitaciones intensas se pueden producir en cualquier sitio, como la que ha ocurrido recientemente en la provincia de Huelva, pero son más frecuentes en el área mediterránea por el calentamiento del mar al final del verano».
Aunque reconoce que «hay fuerzas de la naturaleza contra las que es imposible luchar» cree que en algunas zonas «se han cometido errores » porque «se ha construido en zonas potencialmente peligrosas, como vaguadas por donde antiguamente pasaban ríos o riachuelos, y en una situación atmosférica determinada, el agua al final busca su cauce. Aunque transcurra la vida de una persona y no pase nada, el riesgo potencial existe».
Lo que sí ha mejorado sustancialmente en los últimos tiempos es la fiabilidad de los pronósticos meteorológicos y los sistemas de alerta, que permiten desalojar terrenos con suficiente antelación y evitar muchas muertes. «El nivel de acierto de los pronósticos a corto plazo es muy alto, pero lo que no se puede determinar es el punto exacto en el que va a descargar con gran intensidad», concluye Maldonado.
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