¿Por qué nos entra hambre a la una?
Descubre cómo funcionan los mecanismos que regulan las ganas de comer y la saciedad
Una de la tarde. Hace seis horas que desayunamos, algunos quizás ni lo hayan hecho por las prisas, y empezamos a notar una sensación de vacío en el estómago. Hace ruiditos, ruge porque se mueve en ondas. Nos está avisando: tiene hambre . En cuanto comamos algo, notaremos otra sensación más placentera: la saciedad . Pero, ¿qué mecanismos se ponen en marcha en nuestro cuerpo para que aparezcan las ganas de comer y por qué?
El hambre es un impulso biológico muy potente, como la sed o el sexo, que tiene por objeto mantener y preservar la vida y la especie. «Estamos diseñados para pasar hambre y buscar comida. De hecho, el cuerpo se defiende mejor del hambre que de la abundancia y la sobrealimentación», advierte la doctora Susana Monereo , jefa del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario de Getafe y secretaria general de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo).
La sensación de hambre y saciedad se produce en el cerebro, que es el gran regulador de la ingesta. «Cuando la hormona ghrelina, que se produce en el estómago, está alta, el cerebro procesa esa información y produce la sensación de hambre para que busques alimento», explica la doctora Monereo. Cuando comemos, esta hormona baja y aparecen la colecistoquinina y las incretinas, que se producen en el intestino, y son responsables de que nos sintamos saciados.
Los ciclos de luz también influyen en nuestras ganas de comer. La oscuridad eleva la hormona leptina para asegurar una sensación de saciedad durante la noche que nos permita descansar. Por la mañana, aumenta la insulina, responsable de quemar los azúcares, que alcanza su pico más alto hacia la una de la tarde. Por eso, sobre esa hora, casi todo el mundo experimenta unas ganas terribles de comer.
Pero no solo es importante cuándo comemos sino el qué. «Hay alimentos con más efecto saciante, como las proteínas y los hidratos de carbono, que actúan a nivel cerebral y frenan el hambre», apunta la doctora. La grasa, sin embargo, enlentece el vaciado gástrico.
Aunque solemos confundirlo, no siempre que tenemos ganas de comer estamos ante un episodio de hambre . Puede ser apetito o ansiedad. El primero es más selectivo y tiene que ver con los sentidos y las motivaciones hedónicas. Por ejemplo, cuando percibimos el olor de una pastelería o vemos un anuncio de chocolates. El segundo responde a motivaciones emocionales, como la ansiedad, el estrés, la depresión, etc.
«En este caso, en el control y regulación del apetito influyen mecanismos neuronales de tipo voluntario condicionados por factores externos», explica el doctor Fernando Goñi , médico adjunto de Endocrinología en el Hospital de Basurto (Bilbao) y vocal de la Junta Directiva de la Seedo, que pone como ejemplo el caso de las personas con gran carga de trabajo que salen de casa casi sin desayunar, comen muy poco al mediodía, porque no les da tiempo, y cuando llegan a casa de noche sienten un hambre incontrolable y comen más de lo que deben. ( Lee aquí los beneficios de hacer una cena ligera y temprana )
Comer a todas horas
En este sentido, ambos expertos coinciden en que vivimos en una sociedad sobrealimentada. « Vivimos en un ambiente obesogénico del que nos resulta metabólicamente difícil defendernos. Los mecanismos de saciedad ya no funcionan tan bien en nosotros», advierte el doctor Goñi. Este experto asegura que los seres humanos hemos sido diseñados para el ahorro energético y, por ello, soportamos muy bien las épocas de escasez de alimento, pero «no hemos podido adaptar nuestro cuerpo a una sociedad donde el alimento está al alcance de nuestra mano».
«Hoy en día todo el mundo come y bebe a todas horas e interrumpe continuamente los mecanismo de hambre-saciedad», señala la doctora Monereo, que recomienda aprender a servirse menos en el plato y a «escuchar» al cuerpo, que te dice cuándo tienes que parar. «La sobrealimentación produce enfermedades metabólicas y obesidad porque el cuerpo almacena en forma de grasa todo lo que ingieres de más», adverte la experta, que recuerda que hay que comer tres veces al día (desayuno, comida y cena) y no saltarse ninguna comida para no llegar a la siguiente con excesiva hambre.
Se puede hacer un snack a media mañana o a media tarde si el intervalo entre las comidas principales se prolonga más de seis-siete horas. Y esto tiene una explicación: cada seis horas se agotan las reservas de glucógeno , productor de la glucosa, que es la energía del cerebro. «Si agotas completamente las reservas de glucógeno, antes de que pongas en marcha el consumo de grasa, el cuerpo pone en funcionamiento los mecanismos del hambre y la sensación es tan grande que acaba en atracón», avisa la doctora.
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