El PSOE «traiciona» a los suyos y destrona a los otros: «En Ferraz no saben ni dónde está Arahal»
La anunciada moción de censura que puso fin a diecisiete años de gobierno de Izquierda Unida se desarrolló bajo un fuerte despliegue policial, aunque sin incidentes ni llamadas al orden
Francisco Brenes, nuevo alcalde de Arahal: «Los concejales socialistas no podemos ser meros representantes de Ferraz»
Arahal
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Iniciar sesiónHuele a limpio en la calle Corredera de Arahal. Las aceras aún siguen mojadas mientras sus vecinas le van metiendo mano al enrejado de sus fachadas. La escena tiene aspecto de rito. Cien metros hacia adelante, al final de esta calle larga, la ... Policía Local ha atravesado sus coches para desesperación de los conductores, quienes con gesto ofuscado los esquivan en las inmediaciones del Ayuntamiento. En la cafetería de Emilia, colindante al edificio consistorial, la camarera se encarga de informar a las parroquianas del despliegue policial: «Niña, que me he echado de novio a un príncipe árabe y vienen a escoltarme». «No, déjate de cachondeo, que están aquí por culpa del PP y del PSOE, que ya las vale», le contestan. En efecto, la algarabía tiene raíces políticas. Son las diez de la mañana y en dos horas está prevista la aparición de la leyenda sindicalista Diego Cañamero, que pidió a sus correligionarios echarse a la calles de Arahal ante el peligro de regresar a la época de 'Los santos inocentes'.
Nadie en este pueblo es ajeno al cisma político que ha provocado el pacto «contra natura» –Juan Espadas dixit– que lleva días copando titulares nacionales. Mientras que la Ejecutiva Federal les enseñaba la puerta a sus representantes municipales, la agrupación local los refrendó con el «inquebrantable e incondicional» apoyo a Francisco Brenes. Al borde del encendido de la mecha plenaria, las tertulianas mantienen su inquietud: «Si hay tanta policía es porque se va a formar lo más grande». «No llegará la sangre al río», le contestan. El coloquio, como el mollete que acompaña el momento –proporcionado, ni tan esponjoso ni tan rudo–, es una delicia.
De vuelta a la Plaza de la Corredera, ya con el estómago más calmado que el clima municipal, los dos primitivos coches de la Policía Local se han empequeñecido ante el despliegue de indicativos de la Guardia Civil. Una quincena de agentes blindan el entorno del Ayuntamiento. Los veteranos lugareños, representantes de la vieja escuela, toman los bancos de la plaza. La primera fila de barrera se llenó antes que los tendidos, pendientes todos del desfile de emblemas sindicalistas y anarquistas. Un par de señores, portadores de trozos de cartón a modo de almohadillas, se sientan en el lateral derecho junto al periodista. Sin tiempo para presentaciones, desabrochan los candados de su indignación: «Estos dicen que quieren arreglar el pueblo, pero lo más que van a arreglar son sus casas». «Paquito quiere ser alcalde a toda costa». «Esto no es cómo empieza, sino cómo acaba». Entre desaprobaciones, también hay margen para los chismes: «El padre de aquel (anónimo) era más caliente que una escopeta de feria».
A las once y media de la mañana se abren las puertas del consistorio para la prensa. Apenas hay medio centenar de sillas para el público; demasiadas son para la expectación habitual de un Pleno ordinario, escasas para la expectación de este Pleno extraordinario. Un hombre de unos cuarenta años, con barba poblada, tez morena y camisa amarilla, saca de un cuaderno un folio impreso que muestra a las cámaras: «Ana Barrios, Marinaleda está contigo». El salón plenario se va llenando. El ambiente empieza a estar más caldeado en el sentido literal que en el metafórico. La conexión a Internet se pierde cuando llegan los representantes del pueblo. El reaparecido Antonio Maíllo, flamante líder de Izquierda Unida, trata de esquivar los focos mientras toma asiento en la segunda fila.
A las doce del mediodía se conectaba el micrófono del presidente del Pleno para dar comienzo a la moción de censura: «Pido a todos que actúen con el máximo respeto». Más que una sesión plenaria, daba comienzo una lección de talante, de juego democrático y de saber perder. La todavía alcaldesa de Arahal se despedía del bastón de mando reconociendo la «legalidad» del acuerdo entre dos partidos antagonistas como son el PSOE y el PP, a quienes tendía su mano para el resto del mandato municipal, ya desde la bancada de la oposición. Su gobierno en minoría (ocho ediles) no fue suficiente como para impedir la moción de censura de los todavía concejales socialistas –Ferraz les ha abierto un expediente de expulsión– y los tres ediles 'populares'. Las cámaras, colocadas en dirección a la zona del público, se quedan sin captar imágenes de bronca. Una bancada ovaciona la despedida de Izquierda Unida tras diecisiete años consecutivos al frente del gobierno municipal, la otra festeja cuando se inviste a Francisco Brenes (PSOE, de momento) como nuevo alcalde de la localidad.
El regidor, henchido de orgullo, suelta el bastón de mando para atender a los medios. Reprocha las críticas de Juan Espadas –«posiblemente entré en el PSOE antes que él»–, confirma que apelará el expediente de expulsión y reprocha que su partido empequeñezca a sus concejales como «meros representantes de Ferraz» y su doble rasero frente a una herramienta democrática como es la moción de censura: «No puede ser que nos gusten las reglas del juego democrático en unas condiciones y en otras no». Y remata aún más tajante: «En Ferraz no saben ni dónde está Arahal». Ya en la calle es Ana María Barrios, nueva líder de la oposición de Arahal, quien recibe abrazos y muestras de apoyo de los suyos. Hay medio centenar de simpatizantes en la foto familiar que se toman como despedida, algunos con el puño en alto. Entre ellos, Diego Cañamero, histórico líder anticapitalista del Sindicato Andaluz de Trabajadores que forma parte de las listas europeas de Podemos junto a Irene Montero.
Cañamero luce vaqueros, camiseta blanca y gafas oscuras. Antes de responder pregunta por el medio de procedencia. Una vez accede a contestar, explica por qué advirtió a sus seguidores del peligro de que «la época que describe la película de 'Los santos inocentes' se esté acercando». «Era una metáfora con la que quería avisar que mientras que la derecha y la ultraderecha están avanzando, nos acercamos a lo que fue Andalucía hace muchos años». El histórico sindicalista andaluz, aunque sin respaldarla, reconoce que se trata de una moción de censura plenamente legal «porque la democracia otorga ese poder».
A las dos menos cuarto de la tarde se despejó la Plaza de la Corredera. Sin discusiones y sin reproches. Arahal cambió de gobierno al tiempo que demostró que otro talante es posible en la política. Este jueves volverá a amanecer en este pueblo de la Campiña sevillana, ya sin despliegue de medios, ya sin concentraciones callejeras.
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