De la misa la media
Velaciones y transparencias en el Porvenir
Iglesia en Sevilla
Esta parroquia ofrece una detalladísima rendición de cuentas y de la vida del préstamo solicitado para la construcción del templo
Misa en la parroquia de San Carlos Borromeo
Misa en la parroquia de San Carlos Borromeo
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Fecha: 7 de abril
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Hora: 19:30 horas
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Asistencia: más de 80 personas
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Preside: Carlos González Santillana
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Ornato: dos macetas de aspidistras en el presbiterio
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Música: ninguna
Lo primero que llama la atención en la parroquia de San Carlos Borromeo (la última de las erigidas en la capital) es el damasco rojo que cubre el impresionante crucificado del siglo XVII que preside el presbiterio. Y las telas moradas que se han ... echado por encima de la cruz parroquial y la talla de la Inmaculada, además de las que cubren la cruz y un San José en la capilla sacramental. Todas veladas. Como se hacía antes. Y no hay motivo para no hacerlo ahora.
No hay nada que impida seguir velando las cruces desde el quinto domingo de Cuaresma hasta que el Viernes Santo se despojen las veladuras para la adoración de la cruz. De hecho, el crucificado del jubileo que preside todo este año el altar mayor de la Catedral también aparece velado con una gasa morada. Como la cruz de guía de la Quinta Angustia, para que se hagan idea los 'capillitas'.
Ya es curioso que sea esta parroquia la que primero se haya decidido a recuperar la costumbre porque es, de largo, la más transparente de todas las de Sevilla en cuanto a su gestión económica. En su página web ofrece una detalladísima rendición de cuentas y de la vida del préstamo solicitado para la construcción del templo. Los ingresos han permitido anticipar 35 meses de amortización. A la vista de todos, sin veladuras.
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Pero las velaciones no alcanzan sólo a las cruces. También la voz del párroco parece velada, apagada (tosió un par de veces), plana, ideal para la última semana de Cuaresma. Cuando se sienta en el meritorio sitial de la sillería de coro también queda velado por el atril de la sede, oculto, desaparecido ante las más de ochenta personas que siguen una misa de diario que dura casi cuarenta minutos un lunes feriado.
Desde luego, el párroco no tiene motivo alguno de queja: en el ofertorio, un fiel sube al presbiterio como servidor del altar; cuando llega el momento de la consagración, se arrodilla el 90 por 100 de la asamblea; y cuando hace un gesto imperceptible con las cejas, ya tiene al lector de la primera lectura dispuesto como ministro extraordinario de la comunión. Hay silencio (se oía el piar de los pajarillos fuera), el sol velado entrando por los vitrales…
La larga lectura del juicio a Susana es un prodigio de dicción, entonación y amplificación. Ojalá hubiera muchos lectores así en nuestras iglesias en vez de tanto espontáneo al que no le llega la voz al cuello de la camisa y, consecuentemente, no se entera nadie de lo que se ha proclamado.
Aquí todos se enteraron, lo que le valió al oficiante para establecer un paralelismo en la homilía entre el testimonio mendaz de los dos viejos que acusan en falso a la casta y el testimonio que Jesús y el Padre dan en el evangelio de Juan. Hubo en las palabras de don Carlos una velada (no podía ser de otro modo) alusión a los «retiros de testimonios» que ahora proliferan: «Nadie dice 'por el testimonio de este me voy a convertir', sino que me puede animar a decidirme en el seguimiento de Jesús».
Las objeciones a los libros que supuestamente prueban la existencia científica de Dios, en el tramo final de la prédica, no fueron veladas, sino explícitas: «Sólo aquel que ha dado el paso de seguir al Señor, da testimonio de Él». «Cuando el asesor bancario te dice 'te animo a que inviertas aquí', nadie pide testimonios de confirmación sino que se fía a pies juntillas; o del horóscopo… cada uno sabe de qué se fía en la vida», remata retador sin veladuras.
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