La semana de lluvia que nos ha salvado el verano en Sevilla

La situación no ha dejado de ser dramática porque la sequía sigue siendo severa y pertinaz (sexto año consecutivo con pluviosidad por debajo de la media), pero los chaparrones de la semana pasada han abierto un postigo a la esperanza. Otro tren de borrascas durante lo que queda de invierno y Sevilla volverá a respirar, lo que sucede cuando los embalses de los que bebe la ciudad y su área metropolitana almacenan más de 324 hectómetros cúbicos. Estamos lejos de ese nivel, pero hace una semana se veía lejísimo.

El martes pasado, cuando comenzó el temporal, los pantanos sevillanos (Gergal, Minilla, Aracena, Zufre, Melonares y Cala) reunían poco más de doscientos hectómetros cúbicos entre los seis. En concreto, 208 millones de metros cúbicos de agua, por debajo del umbral de emergencia que el Plan de Emergencia ante Situaciones de Sequía de la empresa de abastecimiento establece en 221 hectómetros cúbicos.

Esa cota se rebasó, afortunadamente, entre el miércoles y el jueves, cuando los pantanos habían ganado en tres días unos quince hectómetros cúbicos. El aforo del viernes detectó que los embalses hispalenses ya habían recibido una aportación de 25 hectómetros cúbicos en apenas cuatro jornadas de lluvias intermitentes pero abundantes.

Y el fin de semana, a pesar de que ya no ha vuelto a llover pero gracias a las escorrentías que aportan el agua de los regatos y arroyos afluentes del Rivera de Huelva, los pantanos de Sevilla han alcanzado los 251,48 hectómetros cúbicos de reserva, lo que significa un 39,2% de la capacidad total de embalse.

Es decir, en apenas una semana, las reservas de agua para consumo humano de Sevilla y su área abastecida han aumentado en 43 hectómetros cúbicos, que vienen a suponer aproximadamente el 40% del consumo de todo un año normal, sin restricciones ni bajadas de presión.

Sería muy beneficioso que al actual predominio de las altas presiones y el buen tiempo le siguiera otro episodio borrascoso como el de la semana pasada porque la tierra ha empapado suficiente agua y ha aumentado el nivel freático como para permitir que gran parte de la lluvia que caiga acabe entrando en los pantanos de la cuenca onubense. Otros cuarenta o cincuenta hectómetros a lo largo de febrero (descartada la última semana de enero con clima seco y soleado) nos colocaría en una situación muy favorable, cerca de los 300 hectómetros cúbicos que garantizan el suministro un par de años en la mayor de las adversidades.

Si las lluvias se retrasaran y no cayeran en invierno, sería difícil aprovechar el agua porque el sol y el viento secarían el terreno, que volvería a 'beberse' las precipitaciones sin dejarla correr hasta los pantanos del Rivera de Huelva. Por eso resultó tan extraño que el presidente de la Junta, Juanma Moreno, aludiera a treinta días seguidos de lluvia para acabar con la sequía en medio de un carrusel de borrascas que estaban dejando bastante agua en los pantanos hispalenses.

Al menos en el caso del agua de boca para consumo de los sevillanos, con dos semanas de borrascas persistentes salvamos el año con la vista puesta en el siguiente otoño y su esperanza de nuevas lluvias.