Lilia Kiryukhina: «Hay quien me mira como un bicho raro y pregunta qué sé yo de esto si soy rusa»

—Así es. Se dio la circunstancia de que prisioneros y familiares de los carceleros convivían juntos.

—Pero su familia siempre fue creyente. En la cocina, donde se reunían para tomar el té, siempre había fotos religiosas…

—Siempre fue así. En casa había algún icono, en alguna pared, que no faltaba. Mi abuela era devota de San Nicolás.

—Todo esto pasó hace ya muchos años, tantos como los que lleva en Sevilla, donde este sábado pasado estrenó su marcha «Mirando al cielo» en el pregón de la hermandad de la Sed.

—Durante la semana he estado muy nerviosa. Y también muy ilusionada. Era un día esperado y soñado. Y creo que salió muy bien. Escuche cómo sonaba mi pensamiento en cada instrumento de la banda de Mairena. Tocaban lo que yo sentía.

—Una marcha que se quedó a medio hacer porque la vida siempre te roba lo más querido…

—Fue un golpe duro, me quedé sin familia natal. Y eso me dejó un vacío muy grande que me impidió componer, pese a que yo tenía la marcha escrita en mi cabeza. Así estuve desde 2018 hasta ahora.

—¿Qué la empujó a retomarla y terminarla?

—No sabría decirlo claramente. Un día me sentí con fuerzas, me animó mucho mi familia, y comprendí que ese era el momento para terminarla y dedicársela a mi Virgen, a mi madre y a mi abuela. Por cierto, mi madre se sometía a diálisis y la Virgen de Consolación es la patrona de los enfermos renales.

—Me preguntó si en su marcha hay tanta Sevilla como Vorkutá…

—Es una mezcla. En esa marcha estoy yo en mi amada Rusia y en mi amada Sevilla. Y se recogen ecos de melodías rusas y españolas, mis dos patrias.

—¿ 'Mirando al cielo' es para escuchar o para que los costaleros lleven a Consolación sobre alas?

—Mirando al cielo es para que la lleven y la acerquen a todos los que la ven. Y los fieles puedan llorar, emocionarse, sentir y recibir a su virgen.

—Está muy metida en la capiesfera. ¿Le costó entender el mundillo, meterse en ese jardín de rosas y espinas?

—(Risas) Me costó mucho entenderlo. Pero no soy capillita. Me considero admiradora y seguidora de la Semana Santa. Tanto que anhelo el miércoles santo para salir de nazarena con mi virgen de ojos azules.

—El Palermasso es la mejor guía introductoria para entender las claves de la capiesfera. ¿Lo sigue?

—He visto algunos videos y son divertidos, simpáticos y expresan con humor algunos momentos y vivencias cotidianas.

—Su abuela, que murió recientemente junto con su madre, tenía una foto de gran formato de la Virgen de Consolación en Vorkutá. Tengo entendido que le hablaba…

—Le hablaba, decía que había días que le veía el rostro triste. Otras veces decía que le sonreía. Y le daba fuerzas. Tenía dos fotos grandes de mis vírgenes: Consolación y Esperanza Macarena.

—¿Alguna vez sintió que le miran como un bicho raro en ese mundillo?

—Sí, más de una vez. Me han dicho que si tú eres rusa cómo vas a sentir esto. Y no saben con la fuerza que lo vivo y lo siento. Y lo expreso a través de la música, cantando, dirigiendo.

—Su vida es la música. Seguro que ya estará pensando en componer otra marcha. ¿A quién se la dedicaría?

—(Risas) A mi Esperanza Macarena.

—Dígame las tres marchas que siempre le emocionan.

—La madruga de Abel Moreno, Pasan los Campanilleros y Amarguras. Pero son tantas y tan hermosas que cuesta elegir algunas.

—¿A qué es debido que no sepamos exportar nuestra música sacra?

—Creo que su carácter religioso se interpreta erróneamente como algo exclusivo de Semana Santa. El mundo se pierde auténticas joyas musicales.