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Carmen Muñoz Angulo: «Cuando los guardias civiles abrieron el maletero les dije que levantaba las manos»
el rincón de...
Se fue de Morón para ser actriz, trabajó en el teatro, después saltó al cine como regidora para acabar haciendo Historia del Arte, Archivística y trabajar en la organización de los archivos de Salvador Távora
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Carmen Muñoz Angulo, delante del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
—El caso es que como Carmen Morón se le ha conocido siempre en el mundillo teatral y cinematográfico.
—Sí, sí, como Carmen Muñoz no me conoce nadie. En la orla de la Universidad no me identificaban como Carmen Muñoz.
—Creo que siendo ... muy joven le descubrió sus dotes interpretativas en su pueblo Mariana Cordero.
—Visitó Morón, me vio en unas clases de interpretación con el grupo del pueblo y me animó a que me presentase a las pruebas del Instituto del Teatro. Y al año siguiente, le hice caso.
—Y usted se vino a estudiar a Sevilla pero dejando en su casa un drama.
—Un poco, sí. No estaba contemplado en casa para la única niña de la familia que hiciera teatro. Era la única mujer de cinco varones. Costó mucho la marcha. Tuve que buscarme la vida trabajando y estudiando.
—¿Lo más sobresaliente que hizo en teatro fue, quizás, la gira de 'Bodas de Sangre' en el 94?
—En teatro, sí. Era una gira profesionalizada, reglada y moviéndose dentro del mundo laboral del teatro. Guardo un gratísimo recuerdo de aquello y más recién salida de la Escuela, donde coincidimos cinco compañeras de la misma promoción del Instituto del Teatro.
—Un desafortunado día usted saltó del proscenio a la regiduría cinematográfica. Un mundo exigente y eléctrico, ¿verdad?
—(Risas) Solitario y precario en aquel momento, añadiría yo. Mi trabajo consistía en ser la gran conseguidora: desde los semovientes a un conejo disecado.
—Por aquellos años empezaba a crecer en Sevilla la generación de actores y directores que luego harían carreras exitosas. Creo que en su casa Alberto Rodríguez y Manolo Solo visionaron más de un corto.
—Correcto. Y ambos ya apuntaban las maneras que con el tiempo lo han consolidado como dos exitosos profesionales en su terreno.
—¿Por qué no nos cuenta lo del avión que consiguió para 'Carlos contra el mundo' ya como regidora de cine?
—(Risas) Fue un encargo a la desesperada, quince días antes de terminar el rodaje. En ese momento yo estaba ya devolviendo las 'chucherías' y los souvenirs que nos habían servido para montar un quiosco en Los Pajaritos y un carrito de regalos en Málaga. El avión tuve que negociarlo con Iberia y Spanair. Los dos me lo concedieron. Pero finalmente me quedé con el llamado 'dormilón' de Jerez.
—Su desenvoltura y reflejos la salvaron de situaciones límites. Como en aquella plaza de Mérida donde rodaban…
—(Risas) Puse a dos municipales que vinieron a pedirme los permisos de rodaje, que no los teníamos, a que cortaran el tráfico. Les di un walky a cada uno y les iba dando instrucciones: ahora sí, ahora no. Y rodamos.
—Tampoco fue mala jornada aquella en la que consiguió treinta coches de época a muy bajo precio…
—Fue para la película 'Una pasión singular' sobre Blas Infante. Me tuve que agenciar muchos coches porque no había dinero para contratarlo. Coches de época, claro. Y que colaboraron desinteresadamente.
—Pero me gustaría que me confirmara si fue real lo que le ocurrió de madrugada regresando de Alájar tras rodar un corto.
—Sí, cierto, fue muy real. Terminamos que rodar 'Días Rojos'. Y de madrugada regresé para Sevilla con el maletero cargado de cetmes, pistolas y revistas porno. Le dije a los guardias civiles que no se asustaran, que yo levantaba el maletero y las manos y lo explicaba todo.
—No me quiero imaginar la cara de esos dos civiles…
—(Risas) Al verlo uno de ellos dijo: «¡Coño!». Y yo explicaba que venía de un rodaje, que los cetmes eran de mentira, que los habíamos hecho nosotros. Pero el primer fogonazo con la linterna en el maletero fue un sorpresón.
—¿Por qué el equipo que rodó 'Días rojos' inspiraba tan poca confianza en el socio capitalista que invirtió en la película?
—Porque era su primer rodaje profesional. Y había poca experiencia pese a que intervenían actores como Paco León y María Alfonsa Rosso.
—¿Por qué decidió dejar el cine?
—Porque yo era actriz y no regidora.
—El caso es que salió del cine como para irse a la unidad de quemados. ¿Qué la llevó a estudiar Historia del Arte?
—Darme una segunda oportunidad en la vida. Tenía hambre de aprender fuera de aquel mundo tan estresante.
—También estudió Archivística. ¿Qué la llevó a trabajar en el archivo teatral de Salvador Távora?
—Me llamó una catedrática y descubrí un mundo fascinante desde dentro.
—¿Qué le ha llamado la atención de ese archivo?
—Me ha permitido conocer a un artista como Salvador, acceder a su mundo. Para mí, el artista con mayúscula más coherente con su trabajo, su manera de ser y de vivir que he conocido. Y su reconocimiento es nacional e internacional.
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