El último encuadernador artesanal del Archivo de Sevilla en la era digital
Antonio Moreno lleva 20 años trabajando como encuadernador en el Archivo Municipal, siendo actualmente, el único profesional dedicado a ello en plantilla
La UCI para los documentos y libros antiguos del Archivo Municipal de Sevilla
Sevilla
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Iniciar sesiónAl entrar al taller de Antonio, como podría llamarse el taller de encuadernación del Archivo Municipal de Sevilla ya que es el único que trabaja allí, uno queda embelesado por la historia y tradición que se respira. Entre maquinas, mejunjes, pieles y papeles, este ... encuadernador desarrolla sus labores desde hace 20 años. Una trayectoria que empezaba en Alcalá de Guadaíra, su lugar natal, donde abrió su pequeño taller propio en 1986.
En su actual puesto de trabajo en el Archivo Municipal, ubicado en la céntrica calle Almirante Apodaca, Antonio Moreno es el encargado de la conservación y encuadernación de prensa, libros antiguos, pergaminos, así como los ficheros o cajas, que se necesiten para almacenarlos. Todo ello elaborado con la maestría y el talento que un trabajo de tanta precisión y delicadeza requiere. Desde encuadernaciones cada quince días de la prensa -prueba de ello son los lotes de periódicos de ABC de Sevilla y demás cabeceras que Antonio tiene en su mesa de trabajo- a trabajos que el archivo requiere como libros de empadronamiento del siglo XIX, informes de urbanismo, expedientes de obra. «Se está haciendo ahora una labor importante en la sección 11 del archivo, la de los papeles del Conde del Águila, del siglo XVIII», comenta el encuadernador. Y es que el archivo conserva la documentación producida y recibida en cualquier soporte por las instituciones municipales de Sevilla y sus antiguo reino desde el siglo XIII. El Ayuntamiento de Sevilla junto con la Biblioteca Nacional de Madrid y la Biblioteca de Cataluña, son las tres únicas administraciones en España con taller de encuadernación artesanal.
«Se demanda mucha encuadernación clásica, y más ahora que se está digitalizando», confiesa Moreno al ser preguntado por cómo han afectado las nuevas tecnologías a la profesión. Esto puede resultar sorprendente, pero cobra sentido al tener en cuenta que para digitalizar se debe desencuadernar para después volver a darle su aspecto inicial clásico. De esta forma, el encuadernador afirma que «la profesión está muriendo por falta de personas que la ejerzan, no porque no haya volumen de trabajo».
Una profesión sacrificada
Desde que su compañero se jubilara hace tres años, es Moreno el único dedicado a la encuadernación. «El problema es que no hay mano de obra, no hay una formación reglada en la que se enseñe el oficio», señala. Además, el encuadernador explica la experiencia que requiere tratar con documentos tan sensibles como el del Conde del Águila: «Son textos manuscritos de los que sólo hay uno, tampoco podemos dejarlos en manos de cualquiera», añade Antonio. Cuando él empezó en el taller, sólo se practicaba un tipo de encuadernación, la misma para un periódico que para un libro antiguo. Es en 2004 al incorporarse cuando se empieza a tratar el material con el que trabajaban con técnicas acordes a su importancia. La mejora en la calidad trajo consigo la necesidad de contar con personal más especializado.
En el caso del actual encuadernador del archivo municipal, su formación fue totalmente autodidacta, comenzando sus andaduras profesionales encuadernando fascículos en los años ochenta. «Un familiar mío tenía una imprenta donde encuadernaba, yo estaba desempleado así que aproveché». Entró en la Biblioteca Capitular Colombina, lo que confiesa «se le escapaba de las manos», gracias a un manual de encuadernación francés -y de un diccionario- adquirió conocimientos en la materia. «Me tocó aprender por mi cuenta, no sólo no tenía lugares donde formarme sino que existía mucho secretismo profesional», comenta Antonio. Además, apunta a la cultura bibliográfica que requiere este trabajo para conocer el valor y la importancia sobre lo que se está trabajando. Fue durante esta etapa cuando tuvo entre sus manos ejemplares de la talla del manual de arquitectura de Fernando de Herrera, que «tenía notas escritas por él en sus márgenes», o una enciclopedia de historia natural de Buffon.
Los procesos son lentos, la mayoría de las veces un libro no está acabado hasta pasados unos días. «Es una profesión muy sacrificada. Aquí no se puede aligerar, los tiempos son los que son». Es uno de los aspectos que embellecen al oficio pero que a la vez chocan con el ritmo de vida actual. Tal vez sea eso lo que hace que Antonio sea el único encuadernador del archivo, la imposibilidad de parar y dedicar toda nuestra atención a lo que hacemos.
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