De la misa la media

Alegría entre las flores

Se trataba de una ocasión especial y como tal se ajustó la liturgia: procesión de entrada, misa cantada (qué primor cuando se entonan los salmos) e inciensada como marcan las grandes ocasiones

Misa en la parroquia de Santa María de las Flores

Misa en en el templo parroquial de Santa María de las Flores y San Eugenio (Pío XII - Sevilla)

  • Fecha: 1 de octubre

  • Horas: 13.00 h.

  • Asistencia: prácticamente lleno

  • Presidencia Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp

  • Exorno: sin flores

  • Música: coral parroquial

La comunidad de las Flores celebraba el inicio de curso pastoral de los grupos parroquiales que la integran: una hora exacta de reloj de festiva celebración con casi cien personas en el antepresbiterio enviados a la misión de convertir la barca de la Iglesia en « ... un trasatlántico en el que cada vez quepan más», a decir del cura.

Se trataba de una ocasión especial y como tal se ajustó la liturgia: procesión de entrada, misa cantada (qué primor cuando se entonan los salmos) e inciensada como marcan las grandes ocasiones. Lo era. Homilía con participación del seminarista Moisés (entrañable su relato vacacional rechazando la primera llamada: «¿Por qué precisamente a mí, que mi padre es musulmán?») más monición de entrada más aviso parroquial de que el arzobispo presidirá el 26 de noviembre esa misa. ¿Alguien da más?

Cómo cupo todo en una hora de oficio es algo que sólo se explica con la prisa que se dio el oficiante (también una de las lectoras, tan apresurada que apenas respiró) para abreviar.

Todo fue exhibición de vitalidad que suponía esa misa y la comunidad que la vive. Eso se percibe en cuanto se pone un pie en la parroquia, sin duda, por el afán evangelizador del párroco que animó en su homilía a un compromiso perseverante que no sea flor de un día.

«Para que haya buenas parroquias, hace falta buenos pastores», dijo antes de «insistir» en las vocaciones a la vida sacerdotal: «De nuestra parroquia tienen que salir porque podemos, porque tenemos». Ay, si ese celo devorara a más sacerdotes. Incluso tuvo una velada alusión a las noticias de las últimas semanas denostando aquellos «de mi gremio» que en vez de desprender el aroma de Cristo «huelen a bajante».

Con un dominio de la puesta en escena y de las inflexiones de voz, con un estilo por momentos coloquial sin caer en lo vulgar, el párroco domina todos los recursos para hacer de la misa del domingo una experiencia alegre y compartida por todos. No había más que ver sus rostros al salir. Acabar con alegría una misa de una hora ya es como para dar muchas gracias a Dios.

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