CRÍTICA DE MÚSICA
Filarmónica de Viena, un ente único
Fue una de las grandes orquestas que alumbró la excelsa programación musical de la Expo del 92 con el consagrado maestro Claudio Abbado al frente. Ahora toca el turno de otro italiano, pero de una juventud extraordinaria
CARLOS TARÍN
Sevilla
Concierto Extraordinario
Orquesta Filarmónica de Viena
- Programa: Rimski-Kórsakov, Rajmáninov y Dvořák.
- Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Viena.
- Director: Lorenzo Viotti Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: 24/06/2024
En la Expo, en el 92, llegó esta orquesta a Sevilla nada menos que dirigida por Claudio Abbado. Treinta y dos años después ha vuelto a Sevilla y tenemos que decir que con la misma pulsión, con igual capacidad de comunicar y ... pareja precisión. Está claro porque seleccionando a los mejores músicos, solistas y directores, así como una rigurosidad y una búsqueda inacabable de la excelencia. Si no, no se explica.
En principio el programa parecía pensado para nuestro país, al abrir con una de las obras más célebres del repertorio: el 'Capricho español' de Rimski-Korsakov. Pero no. Lo que ocurre es que el compositor ruso convierte composiciones-orquestaciones que son un examen para orquesta, y donde pudimos ver qué orquesta: sólo empezar oyendo al clarinetista ya se advertía que lo que venía no era normal. Era como si estuviese tocando para sí, pero con una delicadeza, un colorido, una musicalidad suprema. Pero luego siguieron las flautas, los oboes, los metales y la cuerda. Qué cuerda.
La primera sorpresa, la de un joven Viotti que nos parecía que todo su mérito se centraba en dirigir de memoria sobre un repertorio que la orquesta conocía de sobra y que sin embargo vimos que en realidad era el responsable de cuanto referimos a continuación. Sí, ser cazatalentos también es un mérito de la OFV.
Habían cambiado los chelos al sitio de las violas, pero eran los violines el sustento de la emoción y la minuciosidad, así como de un sonido limpio, exacto, sincrónico y muy cálido. Y no sólo en las melodías: cuando el concertino imita el rasgueo de la guitarra con el arco de su violín los demás le siguen con igual precisión, de forma que se oía como uno solo, pero ampliado.
Digamos en este punto que nos resultaba un sonido como alejado. Pudiera ser por la distancia que pusieron entre el límite anterior del escenario y donde estaban ellos, tal vez metro y medio o incluso dos. Pero con una orquesta con ocho contrabajos (8+10+12+14+16) les obligaba a estar algo constreñidos, hasta el punto de tener que colocar a los dos últimos chelistas sobre la grada donde suelen estar los metales. Esta posición 'metida hacia dentro' pudiera explicar ese sonido lejano y seguramente derivado de que en su sede el escenario es así, pero no está 'metido' porque no tiene la profundidad que este.
Tras la explosión de color, de ritmo intensísimo, siguió una obra poco frecuente, 'La isla de los muertos' de Rachmaninov, que requería de un gran dominio de las texturas orquestales, de los juegos de superposiciones y de las combinaciones dinámicas, contabilizando hasta tres 'clímax', del que el primero de ellos -milimétricamente dosificado- rompía en una dulce explosión tras la que se deleitaba en la superación de la cima y disfrutaba por segundos de su logro.
La 'Sinfonía nº 7' en Re menor, Op. 70 abría con un movimiento intenso, balanceado entre los hallazgos de su admirado Brahms y el imponente Wagner. Sin embargo, fue el 'Poco adagio' el que nos embelesó con esas maderas gestionadas a modo de coral, con una nitidez prístina, pero emocionante, pero pausada, pero intensa. Luego otro 'crescendo'… El tercero dejaba por fin oír los acentos checos, los ritmos vivos, aunque el primer tema recayese en el fagot. Cada instrumento era un nuevo sonido y si el segundo tema lo traían los violines no sabríamos qué decir ya. Finalmente, en el 'Allegro' último de nuevo los clarinetes y las trompas, que aún no hemos mencionado, mostraban su sutileza y elegancia (sí, las trompas). Naturalmente, en una conclusión no podían faltar los intensos ritmos zíngaros y aquellos que Dvořák personalizó. En el desenlace, fortísimos acordes apuntalaban el final como 'bombas' sónicas, en donde la orquesta entraba y salía de cada una como si se tratase de un solo ser que se mueve como un ente único. Esperemos que no tarden otros treinta años en volver, por eso, por ser únicos. Y nos gustaría estar.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete