COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Por un puñado de votos

Aunque no lo parezca, las elecciones municipales deciden mucho más que el gobierno de una ciudad

Todo pasa y todo queda, que decía el poeta. Pasó la campaña electoral, –una de las peores campañas electorales según los que saben– llena de despropósitos, de promesas de papel mojado, de asuntos turbios y de votos comprados; y ahora queda todo lo demás. Que ... no es poco, ni es nuevo, porque hace mucho que hemos asumido que el tercer tiempo de los comicios, el que tiene la palabra después de que la tenga la ciudadanía, es el más decisivo. Desde hoy, y hasta el próximo 17 de junio, que es la fecha designada para la constitución de los ayuntamientos, habrá que estar atentos a las alianzas, a los apoyos, a las exigencias y a las bajadas de pantalones de los que, hace apenas tres días, se rasgaban las vestiduras y hasta se ofendían si algún medio de comunicación les preguntaba por el nombre exacto de las cosas: por los pactos.

Y es que, aunque no lo parezca, las elecciones municipales deciden mucho más que el gobierno de una ciudad, y aunque repitamos como papagayos aquello de que las elecciones locales se rigen por otros principios, y que pesan más los candidatos que las siglas, la realidad es que estas elecciones parecen –cada vez más– un ensayo general de las elecciones generales. Por eso, asistiremos en estos días a la ceremonia de la confusión en más de un municipio, atónitos ante los pactos y las amistades más que peligrosas que ya se empiezan a fraguar en los pasillos de los ayuntamientos.

Porque, por un puñado de votos, ya hemos visto lo que somos capaces de hacer en Melilla, en La Gomera, en Zamora, siguiendo la tradición más chunga de nuestra historia electoral… y también hemos visto cómo muchos de los candidatos tenían como objetivo, no la gobernanza de su municipio, sino hacer todo lo posible para que no gobierne otra formación política, incluso pasando por alto el veredicto de las urnas. «Haremos lo posible –decían– porque no gobierne el de enfrente». Democracia lo llaman y se quedan tan tranquilos.

Ver hasta dónde son capaces de pactar, cuánto puede llegar a pesar el centralismo, hasta dónde llegan los escrúpulos de unos y de otros, y el «qué hay de lo mío» va a ser en lo que se mantengan ocupados nuestros políticos durante los próximos días, porque de los pactos que se formalicen –o no– va a depender no ya el bienestar del municipio y la vida de los vecinos, sino la vida y el bienestar de esos políticos profesionales que son capaces de cualquier cosa con tal de poder pagar la luz y el agua –su luz y su agua– a final de mes.

Así que la noche electoral va a seguir siendo larga y oscura en aquellas localidades en las que los pactos se hagan sin respetar el principio de la voluntad de los votantes, como si lo votado no tuviese valor, impidiendo el gobierno de la lista más votada, y haciendo extraños compañeros de un viaje que ya tiene próxima estación: las elecciones generales que antes de final de año pongan al gobierno de Pedro Sánchez y sus socios en el lugar que se merecen y que ellos mismos ya empiezan a sospechar por muy favorables que le sean las encuestas pactadas con el diablo, si hace falta.

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