COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

No hay situación que no pueda empeorar

Ni cien días les ha durado la calma y ya tenemos la tempestad en el horizonte

Parece que no vamos a esperar ni los cien días que la cortesía procura a los dirigentes políticos para empezar a verle las orejas al lobo. Pedro, el de la fábula, lo venía avisando, pero entre disparate, y disparate y con las Navidades de por ... medio, parecía que no terminábamos de creernos que lo de este Gobierno iba en serio. Y sí; ni dos semanas ha tardado este 2024 en darnos motivos para hablar. El festival de los disparates suma una nueva actuación, que se ha quedado en ensayo, la autobaja de tres días -aunque ni es nueva ni original resulta rocambolesca- que propuso la ministra de Sanidad ante la incidencia de gripe y Covid que nos acompaña desde hace semanas.

No ha tenido bastante con el decreto de obligatoriedad del uso de mascarillas en centros hospitalarios -por darle cariño a los catalanes y ante las dudas más que razonables de otras comunidades autónomas-, y pretendía dar un paso más aconsejando al personal que se quede voluntaria y responsablemente en su casa si tiene síntomas de resfriado. Es decir, la ministra no plantea el uso de mascarillas en lugares donde la concentración de gente lleva implícita una mayor concentración de virus, como centros comerciales o transportes públicos, pero sí obliga -por decreto, no lo olvide- a su uso en hospitales y centros de salud. No lo diga, yo tampoco lo entiendo.

O sí lo entiendo, pensándolo bien. Este país cada vez se parece más al que Samaniego retrataba en sus fábulas; ya le dije lo de 'Pedro y el Lobo', y podría hacerlo también con 'Las ranas pidiendo rey', porque las dos son un espejo de lo que estamos viviendo. Pero en estos «braimstrorming» que plantea el gobierno de Pedro Sánchez -ahora sí, ahora no, ahora lo que diga Puigdemont- siempre me viene a la cabeza aquel «Congreso de los ratones»; ya sabe, aquella reunión de roedores que, hartos de la amenaza del gato, proponen una tormenta de ideas para dar solución a su problema. El cascabel fue aprobado por una unanimidad, poniendo en evidencia la incapacidad del personal: «¿quién lo ha de ejecutar?, eso ninguno. Yo soy corto de vista. Yo muy viejo. Yo gotoso, decían. El concejo se acabó como muchos en el mundo. Proponen un proyecto sin segundo; lo aprueban, hacen otro. ¡Qué portento!, pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento».

Ahí está el cuento, no lo busque en otra parte. Este Ejecutivo parece que va a tientas, o que solo va con tiento ante las exigencias de sus socios de gobierno que, por cierto, ya le han empezado a salir respondones y tiranos.

Ni cien días les ha durado la calma y ya tenemos la tempestad en el horizonte. La tormenta perfecta. La tormenta sin ideas que nos sacude dando palos de ciego. Habrá que estar atentos a las nuevas ocurrencias, porque mucho me temo que será la Ley de Murphy la que nos gobierne en los próximos años, y ya sabe cuál es el título preliminar «no hay situación que no pueda empeorar».

Que Dios nos coja confesados, o con la mascarilla puesta.

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