Mi vida es mía
Ser madre o ser padre no tiene nada que ver con ser progre o ser fascista, como llaman a los que no comulgan con sus ruedas de molino
Van de modernos y son unos carcas de tomo y lomo, dicho sea lo de lomo sin ánimo de molestar a los veganos. Van de liberales y desconocen cuál es el sentido último de la libertad, porque no soportan que haya gente que no piense ... como ellos, que no interprete el mundo como ellos lo interpreten. Y peor aún: no pueden asumir que alguien de la derecha tenga sus valores, que sea un buen ciudadano, que cumpla con la ley y que ejerza la generosidad con su tiempo y su dinero, y no con los impuestos que pagan los demás. Por eso han caído en el error de meterse en las vidas privadas de los otros. ¡Ay, «La vida de los otros»! Deberían ver esa película todos los días para recordar que no hay nada más contrario a la libertad que meterse en la casa de alguien para controlarlo. Hasta ahí llega aquel paraíso comunista que la izquierda nos quiso vender hasta 1989, cuando el muro de Berlín cayó gracias a los presos políticos que eran la población de la República Democrática (sic) Alemana que tanto le gusta a Alberto Garzón: llevar una sudadera con las iniciales del Estado opresor que mataba -sí, mataba- a los que querían huir de aquella cárcel le sale gratis a este pijocomunista. Imaginen a alguien del otro lado con una camiseta de Pinochet… Pues eso.
Se han metido en nuestras vidas privadas, o eso pretenden, sin saber que les saldrá muy caro. Ser madre o ser padre no tiene nada que ver con ser progre o ser fascista, como llaman a los que no comulgan con sus ruedas de molino, o con las ruedas de sus coches oficiales recién estrenados. Decir en La Moncloa que los hijos no pertenecen a los padres, y que es el Estado quien tiene que educarlos, les pasará una factura que solo podrán pagar con la derrota. A esta ministra del presidente más desahogado y más embustero de nuestra democracia habría que recordarle que para educar, primero hay que dar ejemplo. Y ahora viene la guasa: ¿les enseñarán a nuestros hijos a copiar en los exámenes como hizo Pedro Sánchez con su tesis? Ahí está una de las claves. La otra viene a cuento del machismo que enarbolan como un arma contra el contrario. ¿Les darán instrucciones para azotar a una mujer hasta hacerla sangrar, como le gusta a Pablo Iglesias cuando habla en la verdad de su intimidad? ¿En qué curso aprenderán a copiar y a azotar? ¿Con qué metodología? ¿Serán asignaturas evaluables o no?
Que una directora del Instituto de la Mujer quiera imponer la penetración anal de la mujer al hombre para equilibrar la desigualdad del heteropatriarcado es algo que se comenta solo. Que esa señora pretenda meterse en la alcoba de los que pagamos su sueldo con nuestros impuestos va más allá de lo imaginable, aunque la historia esté llena de estos desmadres. Todo eso ya ha sucedido en el pasado. Mucho hablar de memoria histórica y olvidan lo principal: conocer los errores cometidos por nuestros antepasados, sean de la ideología que fuesen, para no volver a caer en ellos. Frente a esa actitud, la rebeldía amparada por la Ley con mayúscula. Y en cuanto a la fórmula anal para corregir desigualdades, la máxima del Beni de Cádiz cuando un señorito quiso humillarlo invitándolo a comer. «En mi hambre mando yo». Y en mi cuerpo, también.
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