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Mi vida es mía

Ser madre o ser padre no tiene nada que ver con ser progre o ser fascista, como llaman a los que no comulgan con sus ruedas de molino

Francisco Robles

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Van de modernos y son unos carcas de tomo y lomo, dicho sea lo de lomo sin ánimo de molestar a los veganos. Van de liberales y desconocen cuál es el sentido último de la libertad, porque no soportan que haya gente que no piense ... como ellos, que no interprete el mundo como ellos lo interpreten. Y peor aún: no pueden asumir que alguien de la derecha tenga sus valores, que sea un buen ciudadano, que cumpla con la ley y que ejerza la generosidad con su tiempo y su dinero, y no con los impuestos que pagan los demás. Por eso han caído en el error de meterse en las vidas privadas de los otros. ¡Ay, «La vida de los otros»! Deberían ver esa película todos los días para recordar que no hay nada más contrario a la libertad que meterse en la casa de alguien para controlarlo. Hasta ahí llega aquel paraíso comunista que la izquierda nos quiso vender hasta 1989, cuando el muro de Berlín cayó gracias a los presos políticos que eran la población de la República Democrática (sic) Alemana que tanto le gusta a Alberto Garzón: llevar una sudadera con las iniciales del Estado opresor que mataba -sí, mataba- a los que querían huir de aquella cárcel le sale gratis a este pijocomunista. Imaginen a alguien del otro lado con una camiseta de Pinochet… Pues eso.

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