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Papa y Giralda

Habíamos entendido la visita de Wojtyla como una suerte de compensación

Juan Pablo II, en un balcón de la Giralda durante su visita de 1993 J. M. SERRANO
Javier Rubio

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Hace justo veinticinco años, un servidor estaba en la calle Mateos Gago soportando de plano una solanera inmisericorde mientras aguardaba la llegada de Juan Pablo II. No sé cuánto tiempo tuvimos que esperar los periodistas a pleno sol entonces mientras se demoraba la entrada del ... papamóvil aquel sábado 12 de junio de 1993, pero la espera se hizo muy larga desde que la Virgen de los Reyes entró en la Catedral en procesión extraordinaria hasta que apareció el obispo de Roma. Wojtyla llegaba para clausurar el Congreso Eucarístico Internacional pero, en realidad, su visita la habíamos entendido como una suerte de compensación por no haber venido a la Expo92 el año anterior. Aquella visita quedará para siempre asociada al ángelus desde el balcón de la Giralda que mucho tiempo después se quiso repetir con Barack Obama —asomado a la balaustrada, no el rezo de mediodía, claro está— pero acabó frustrándolo un francotirador perturbado en Denver (Colorado). En dos días, el Papa inauguró un asilo en Dos Hermanas (obra social del congreso con don Javier Benjumea y el nuncio Tagliaferri de por medio), ordenó a 37 sacerdotes, presidió la adoración eucarística y ofició una multitudinaria y calurosísima misa (statio orbis) en el campo de la Feria.

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