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El Negro

Tenía la justa poca vergüenza para resultar simpático sin ofender y para no pisar jamás la raya del mal gusto

Antonio García Barbeito

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Se nos fue tu primillo, Cangui. Nada asegura la eternidad. Jamás un cigarrillo en la boca, un par de vasitos de mosto o su botellín y para casa. Delgado como una varilla de cohete, siempre a pie por la tribu, de su casa al bar, ... de su casa al centro, paso lento y seguro, amable con todo el mundo, sonriente, cariñoso y con esa simpatía tocada de la justa poca vergüenza para que nadie se molestara con sus cosas. Te quería mucho, Cangui. Me lo comentaba muchas veces, preocupado: «El primillo anda allí, solo, comiendo menos que un jilguero, con el cigarro todo el día entre los labios y bebiendo a veces más de la cuenta… Yo se lo he dicho, que se está matando solo.»

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