Puntadas sin hilo
No se rindan
El modelo de educación y modales de la generación predigital es hoy decadente
En Japón están promoviendo un homenaje a Hiroo Onoda al cumplirse en 2022 el centenario de su nacimiento. Onoda fue un soldado del ejército nipón que en 1944 llegó a la isla de Lubang, un centenar de kilómetros al sur de Manila, en una operación ... de infiltración tras las líneas enemigas. Tenía la orden de mantener la posición hasta la llegada de refuerzos. La guerra finalizó un año después, pero el tenaz soldado permaneció en su puesto en la selva durante treinta años, alimentándose de plátanos, mangos y el ganado que mataba, ajeno al desenlace del conflicto. En marzo de 1974 fue localizado por un estudiante que se había planteado el reto aventurero de atravesar la jungla, pero Onoda se negó a entregarse si no lo ordenaba su superior. La fortuna quiso que siguiera con vida el ya excomandante Yoshimi Taniguchi, quien tuvo que desplazarse a la isla para comunicar en persona al soldado que quedaba liberado de sus obligaciones; solo entonces Onoda se cuadró ante su superior y capituló, aceptando la derrota.
En la era de las telecomunicaciones la fascinante historia de Hiroo Onoda parece irrepetible, porque la tecnología permite enviar información en cuestión de segundos hasta el más remoto confín del planeta. Nada más lejos de la realidad: en la vertiginosa vida moderna los cambios se suceden a tal velocidad que muchos estamos tan desinformados como aquellos comandos nipones en la selva de Borneo. Los de cierta edad sólo descubrimos la última moda o tendencia cuando ya se ha quedado anticuada. En esta carrera sin fin los valores que creíamos inmutables se vuelven versátiles, cuando no caducos. El mundo que conoció la generación predigital ha perdido la guerra de la posmodernidad igual que el imperio nipón fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial. Pero yo les animo a no rendirse y hacer como Hiroo Onoda, permanecer en el puesto y atenerse a las órdenes recibidas, defendiendo un modelo de educación y modales en el que fuimos instruidos y que hoy es claramente decadente. Usando el usted, aunque ya nadie lo haga. Pidiendo las cosas por favor, aunque sea prescindible. Cediendo el paso o el asiento a las damas, a riesgo de recibir un reproche. Apreciando el decoro en cualquier circunstancia. Considerando un apretón de manos como un contrato, un abrazo como una declaración de amor, una palmada como una recompensa. Propiciando una charla cervecera con los amigos antes que en el ágora de whatsapp. Escuchando antes de hablar, valorando al que piensa diferente, actualizando las convicciones. Respetando a los mayores y defendiendo a la familia. Aunque en el mundo de hoy se hayan impuesto otros comportamientos, no se rindan. Y si hay que claudicar siempre podremos decir lo mismo que Hiroo Onoda el día que aceptó, con treinta años de retraso, la derrota: «Yo he hecho todo lo que he podido».
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