TRIBUNA ABIERTA
Fratelli tutti o la esperanza en un mundo mejor
Una sociedad abocada al consumismo y al disfrute sin barreras, alimentando un hedonismo que se presume incontestable, está herida de muerte
Si algo nos ha enseñado este aciago 2020 es la indigencia del ser humano, que no está adornado de la omnipotencia y sucumbe fácilmente cuando menos se lo espera, así como la necesidad de otros para vivir. Una existencia que no tendría que estar sometida ... a vaivenes si el egoísmo con todos sus ropajes dejara de anegarla sembrando el sufrimiento por doquier. De ahí que el título de esta encíclica legada al mundo por el papa Francisco apunte a lo esencial que es el amor fraterno y que no puede estar regido por intereses particulares y localistas, sino que tiene una dimensión universal que los trasciende. No se trata de un texto bello, que también lo es, con carácter meramente teórico. Es más que un cántico a la esperanza. Señalando con precisión las cavernas en las que se sume un individualismo feroz, que aparta de sí cuanto le estorba, da claves concretas para materializar el mayor bien que hemos de prodigarnos unos a otros con independencia de culturas y creencias. Por tanto, hay que descalzarse y dejar fuera de alcance los prejuicios para asumir la realidad que expone y la propuesta de vida que ofrece, factible para cualquiera que transite por este mundo con buena voluntad.
No es este el lugar, ni habría espacio para desmenuzar la riqueza de la encíclica, ya bien conocida por la mayoría, pero la inminente llegada de 2021 parece un momento oportuno para someter a consideración simplemente cinco pautas que no pueden faltar en el día a día si queremos conseguir un mundo mejor.
Responsabilidad por uno mismo y por los demás. Respeto a la vida propia y a la de nuestros congéneres. La responsabilidad no está reñida con la libertad. Una sociedad abocada al consumismo y al disfrute sin barreras, alimentando un hedonismo que se presume incontestable, está herida de muerte. De tanta tragedia vivida con cientos de miles de fallecidos en el mundo tendríamos que haber aprendido algo. Todos somos necesarios.
Acogida generosa y sin reservas. No es legítimo discriminar a nadie por razón de cuna, de procedencia, sexo… El ser humano, digno en sí mismo, no merece ser excluido y que se vulneren sus derechos o se le impida crecer. Los ciudadanos siendo coherentes en nuestras decisiones podemos contribuir a que despierten del autismo en el que están sumidos quienes tienen la obligación de poner al alcance de todos las vías para que no tengan que abandonar sus países, y los medios para su desarrollo personal y social.
Diálogo y respeto, que han de ir inseparablemente unidos. Las ideologías son reductoras. El pensamiento único está reñido con el valor de la diferencia en la experiencia, en la visión, en el comportamiento. Toda imposición es negativa. Se puede combatir desarrollando un espíritu crítico, abierto, dialogante y comprometido.
Tutela de la verdad. Frente a tantas fake news, a un mundo explosivo en el que ciertos medios llevan y traen a su antojo noticias sin fundamento, permiten y alientan la agresividad en las formas, fomentan el escándalo, tratan de dirigir la sociedad, se impone la necesidad de discernir, reflexionar y defender la verdad.
Y cuidado de la casa común. Porque ésta junto a la fraternidad «son el único camino hacia la paz», afirma el Papa. Justicia y solidaridad que han de anteponerse a los afanes de riqueza de unos pocos y que solo puede brotar de un clamoroso «nosotros». En ello nos va la vida. Lo que hemos recibido gratuitamente, como la tierra, «es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la generación siguiente».
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