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PÁSALO

El Dulce Nombre de su victoria

Y cuando la vio pasar me dijo: «¡Por fin un palio que suena!»

La Virgen del Dulce Nombre en su salida procesional del pasado Martes Santo ROCÍO RUZ
Felix Machuca

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He visto al sol jugar con las sombras y darles vidas en las gradas silentes del teatro de Taormina, inflamar de colores intensos los vitrales de las casas criollas de La Habana, esforzarse allá abajo, en Marrakech, para bañar a la Koutoubía con el rosado ... de la Giralda; he visto al sol jugar entre los estucos rojos de la casa del Fauno en Pompeya, despertar con su alarido de luces el sueño plácido de los sultanes del Alcázar, abismarse por el oeste en los atardeceres cinematográficos de Sanlúcar. Le he visto convertirse en Apolo en Nápoles. Y en flores blancas de cerezos en el Valle del Jerte. Siempre esplendoroso, virreinal, seguro de su poder y de su gloria. Pero nunca antes ni nunca después lo volveré a ver abatido, arringao, derrotado al encontrarse en San Lorenzo con la madre más Dulce del Universo, la única que con su gracia la vida se puede soportar. Junto a la lista de recuerdos imborrables que tengo del sol invicto le sumo ahora la derrota de un Martes Santo en la plaza más hermosa de Sevilla. Justo allí donde el sol salió ese día para alumbrar su capitulación, para cantar su desdicha de comprobar que en esa joyería divina donde el oro es gracia y la plata es música, un rostro celestial eclipsó su sinfonía de claridades y primaveras. Esa es la noticia, sevillanos. Que el Martes Santo no brillaba el sol. Brilló el Dulce Nombre.

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