TAL VEZ FELICES
Cualquier lugar es bueno para el odio
Nos tenemos socialmente cruzados. Lo ocurrido en el Parlamento es una muestra de que no nos aguantamos
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Iniciar sesiónAlgo está a punto de estallar. Vuelan zascas en redes que no lo son. El de Roberto Vaquero, por ejemplo, uno de los participantes en las jornadas 'España frontera de Europa' de la Fundación Cajasol. En un fragmento de diez segundos, casi lo máximo que ... se consume en este espacio, acusa a Olona de haber cobrado en política. Todos aplauden enfervorecidos, contentos por el golpe, como si le hubiera dicho que ha traficado con órganos de niños invidentes. En el Parlamento hace tiempo que dejaron de escuchar, y parece preferible una pedrada a un debate entre opuestos. Yolanda Díaz es la pedante de la clase. La que dice, sin preguntar, que efectivamente ha sacado un 9. Rufián, el gracioso, por eso habla con tweets: para que los medios recojan la síntesis de un titular, no de un pensamiento. Y Tamames, el repetidor, de vueltas ya de todo por estar allí antes que la propia directora.
«Cualquier lugar es bueno para el odio», escribe Luis Alberto de Cuenca en uno de sus poemarios más logrados: 'La vida en llamas', como esta en la que andamos siempre al filo de prender. En sus escritos, una compra desencadena una ristra de insultos en la pareja. Una huelga con cabeza de cerilla, un filete de merluza o una cena entre amigos. Qué importa: algo va a estallar. Creo que la mayoría de la gente es buena, como dice el juez Calatayud, pero de puertas afuera, a la vista está, nos odiamos. Hemos dejado de despertar disconformidad para caer en el mismísimo asco. Somos casi pobres sin saber que lo somos. No nos aguantamos, y toda excusa es la más idónea para combatir: una lista de canciones, una ceja. La media sonrisita de Sánchez o el tonito 'maternoverdulero' de Montero. Nos tenemos socialmente cruzados. Es un hecho testable: lo noticioso es negativo y los comentarios a las noticias, esa jungla, un campo de exterminio narrativo. La herida se abre paso en lo que lo político representa esta convulsión. Quedamos para charlar sobre lo que nos disgusta, lo gris se ha diluido y la estrategia recurrente de cualquiera es sumarse a estos gritos que no nos dejan escuchar.
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