TAL VEZ FELICES
El circo moderno
Pagar por lo que cada vez es más difícil: sorprendernos
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Iniciar sesiónLa carpa es una nave. Lo que alberga en su interior, un espacio creado en exclusiva para la desinhibición. El circo ha cambiado, por eso en los más actualizados se ve un mayor número de parejas que de familias. La cultura del espectáculo en todo ... su esplendor palpita bajo la lona. Los niños esculpen figuritas en el aire. Dan muestra, en cada gesto, de una espontaneidad pura, que se ilumina al ver la mismísima magia ante sus ojos igualmente encendidos. Y los padres, que con careta de crío se suman a la atracción, se desinhiben también desde la puerta. Juegan, por ejemplo, a ser ricos. Pagados setenta euros por una entrada, qué suponen doce más por un par de cervezas.
Desde el Renacimiento en adelante, y aunque tuvieran antecedentes en las antiguas civilizaciones, las artes circenses han ido calando, con altibajos, como una fuente de entretenimiento para el pueblo. En el siglo XIX nos reímos a diente descubierto de las deformidades. Humanizamos animales, coqueteamos con los límites del cuerpo. Desde hace tiempo, sin embargo, el circo tradicional experimenta una reconversión. Es, en realidad, un espectáculo masivo y burgués. El del Sol, por fortuna, sin leones en jaulas ni elefantes cansados de hacerse fotos. Tanta es la transformación que está viviendo que ha entrado en los teatros clásicos de todo el país: miren si no la programación del Lope de Vega, que desde hace un par de temporadas no es que incluya lo circense, sino que le da protagonismo frente a otras disciplinas artísticas. Se ha lavado la lona y barrido el albero. El circo de 'Big fish', si sigue existiendo, languidece por carreteras. Es un recuerdo vago de los que ahora comparten con hijos y nietos.
Hay algo que une al circo moderno con el musical de 'El rey león' y 'Avatar' en 3D desde una butaca que se pliega y a la que puedes llevar una pizza. También guarda puntos en común con algunas previas en estadios de fútbol. Representa las ganas de perdernos entre luces. Es la eclosión del color en la que los payasos han muerto. Una danza imposible por el agua y el fuego. Ilusiones a cien euros. Pagar, en definitiva, por lo que cada vez es más difícil: sorprendernos.
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