TAL VEZ FELICES

Aburrimiento

Lo que sean en la vida será por las formas que han encontrado de combatirlo

Estamos invadidos por agendas que nos ayudan a paliar el aburrimiento. Lo que es peor: que ayudan a los más pequeños a estar entretenidos, incluso dentro del aula, que las Matemáticas y el análisis morfosintáctico pueden ser tareas de lo más jocosas, según se trata ... de transmitir. Si algo echo de menos de la niñez, donde tampoco quisiera volver, es el aburrimiento. Una buena inversión en destiempo. Un fin de semana con cara de película que no entiendo, venta, puente y libro que tampoco. Con cara de parque ancho y horas a ocupar, tantas que dé lugar a escribir un libro y dejarlo. A inventar un color. Una nube. Rellenar un vaso con culitos de otros y esquivar la riña. Dar por saco un poco. Llorar. Pegar un naranjazo y sentarse a ver. Abrazar el disparate con tu hermano. Buscar no para hallar, sino por placer. Esperar sin esperar que llegue otra estación y, de pronto, un verano con bordillo de piscina infinita. Otro año dentro de esos meses. Otro relato. Varias vidas. Aburrirse como punto de partida: para los niños, para los mayores. Aburrirme hasta la saciedad deseo cuando veo que se hilvanan los días y no alcanzo con los dedos esa orilla de aburrimiento supremo que con devoción recuerdo. Frente a una pared, en un pasillo. No trataría yo de trasladar que todo puede ser divertido. Al contrario: que lo que sean en la vida será por todo lo que se han aburrido y las formas que han encontrado de combatirlo. Lean, si no, 'Tostonazo', de Santiago Lorenzo.

Me recuerdo jugando a contar los segundos durante las clases de Latín, donde aprendí, entre declinaciones, la de tiempos dispares que alberga un minuto. Aburrirse es una necesidad social que, con perspectiva, sucede al galope. El ritmo de la vida te va despojando con quehaceres de tus parcelas de aburrimiento, que a los veintipocos quedan difuminadas. Eduquemos en este goce: el placer de no tener que hacer. Porque aburrirse es hablar hacia dentro hasta agotarte de tu propio eco. Pensar y terminar volando. Por eso no sacaría de los colegios el aburrimiento. Es más, lo pondría como asignatura obligatoria. Entre Lengua y Canto, treinta minutos de puro aburrimiento que a los treinta añorarán estos pequeños.

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