No NI Ná
El «bicharraco»
Montero añora aquel PSOE mayúsculo, potente y hegemónico que se convirtió en una máquina de ganar elecciones
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Iniciar sesiónDijo María Jesús Montero que el PSOE andaluz es un «bicharraco» y no vamos a quitarle la razón. El término no consta en el Diccionario de la Lengua Española, pero aparecía en la edición de 1933-1936 como una forma despectiva de llamar al 'bicho', ... entendido éste como «animal, especialmente hablando de los pequeños o de feo aspecto», o «persona de figura ridícula». El Diccionario del Español Actual, de Seco, Audri y Ramos para la Fundación BBVA mantiene la entrada 'bicharraco' como despectivo de 'bicho'. Resulta llamativo que entre los sinónimos que propone para el término la web 'WordReference' incluya «malévolo», «perverso», «vil», «despreciable» o «malvado»...
Será mejor no seguir, porque es evidente que Montero utilizó el término porque añora a aquel PSOE mayúsculo, potente y hegemónico que se convirtió en una máquina de ganar elecciones. Un 'animal', en sentido figurado, bien armado y de enormes proporciones, que pastaba a sus anchas en las dehesas del post felipismo, en los amplios campos de la clase media heredera de aquella masa obrera española a la que debemos buena parte de las bases del periodo constitucional que ahora tanto denuesta el partido. Aquellos obreros quedaron como reclamo en las siglas cuando llegaron los jóvenes universitarios liberales, que una vez en el poder mutaron en tecnócratas y luego en burócratas y, más tarde, como sus posteriores generaciones –y como en todos los partidos– en políticos profesionales que desde Primaria se preparaban para las primarias. Montero tiene nostalgia de aquel partido en el que se aburguesaron los de su generación y tiene melancolía por aquella bestia que dejó los pastos verdes de la socialdemocracia para doparse en el poder, atiborrándose con el pienso del clientelismo. Descubierta la clave de su engorde exagerado, la bestia dolida, a sabiendas de su vulnerabilidad, bebió de las ácidas aguas del populismo para arremeter con todo lo que se le pusiera por delante con tal de seguir siendo un 'bicharraco' temible, y así mutó en este 'sanchismo' de tan «feo aspecto» que, colgado de los pezones inflamados de la teta del Estado (que es la que más les importa), derrota cornadas en su vientre por seguir en el poder, lo que responde a los sinónimos académicos del término que con otra intención usó Montero.
Basta escuchar la sinfonía para necios de sus terminales, las proclamas insultantes de los actuales representantes del partido en Andalucía, elegidos por Montero entre los más encastados de sus filas, para ver en lo que ha quedado aquella máquina, que hoy, perdido el horizonte de la victoria electoral, trabaja a todo trapo para abrir camino a la radicalidad, aunque convenga a sus antípodas, con el objetivo de acabar definitivamente con la moderación en la que ya no se pueden reconocer pero que Andalucía proyecta como la gran promesa de regeneración de este país.
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