Sevilla al día
La primera frontera
Para Elena es el primer día de una rutina que durará 15 años y que acabará en 2040
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Iniciar sesiónLa mochila de Frozen es más grande que ella. Aprieta la mano de su madre en la puerta, paralizada. Sabe que va a cruzar a otro mundo desconocido, a la vez ansiado. El dedo en la boca revela sus nervios, que contrastan con la alegría ... de su hermana mayor por el reencuentro. Allí no estaba su seño Inma ni era la misma entrada de colores de la guardería donde aprendió a dar sus primeros pasos, la que le enseñó a comer solita. Ha llegado a la primera frontera de la madurez en plena inocencia, que debe empezar a cruzar ella sola en ese camino del futuro, escaleras arriba hacia un aula con olor a témperas.
Este ritual colectivo de miles de niños es hoy mi titular de portada. 'Elena va al cole', el de los niños grandes como lleva anunciando desde hace meses con esa media lengua en la que sus padres no pueden más que ver lo prematuro de cómo nos va arrastrando el tiempo. Porque al cruzar aquella puerta, con sus tres años, el uniforme y el mandilón, está su independencia, el saber y la amistad. Y también la fe. Y yo, que habito en este mundo polarizado al que nos han sometido, de promesas incumplidas y un crepúsculo eterno en el horizonte, veo en esta luz anaranjada que nos va acercando inexorablemente al otoño el verdadero acontecimiento histórico.
Mi mejor noticia de este septiembre de estreno está detrás de aquella cancela, y en su rostro inquieto. El nuevo curso es para todos un reinicio de buenos propósitos. Para Elena es el primer día de una rutina que durará 15 años y que acabará en 2040. Porque ese bebé al que arrullo ya no lo es, tiene ya su personalidad, tan pequeña y poderosa que nos arrastra a la puerta de ese colegio del que saldrá hecha mujer. Esa es la primera lección del calendario que acaba de llegar, y que tiene impresa en este diario de noticias que nacen y mueren la única primicia que perdura, como el poema de Machado: que todo pasa, que todo llega.
Y ella, inevitable golosa, abeja revoltosa, me evoca, como al poeta, todas las cosas que vendrán. Porque en esa maletita que la dobla de tamaño no solo caben cuadernos y colores, sino también los sueños, los miedos, las amistades, los deberes y hasta las primeras derrotas. Todo eso empieza hoy, en la Sevilla que se despereza en septiembre, con sus atascos y sus prisas, con sus desigualdades y sus rutinas, pero también con la esperanza renovada de cada niño que abre esa misma puerta hacia el mañana.
Y yo, un simple testigo, escribo este titular que no caduca: mi hija chica ya va al colegio. Una noticia que ningún algoritmo borrará, que no se esconde en la hemeroteca, que no caduca en la urgencia de la actualidad ni tiene derecho al olvido. Porque es el único acontecimiento capaz de recordarme, cada día, que todas las portadas son efímeras frente al susurro eterno de la vida que empieza. En silencio, de su mano, con una mochila de Frozen que pesa más que ella.
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