Creo en la Esperanza
Por eso llegó la Virgen con el poema amargo de Font de Anta y se fue con los campanilleros y con la nana de su madre Santa Ana
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLas lágrimas irrefrenables cayendo por las mejillas de Rogelio Trifón mientras portaba las andas de su Esperanza eran las de todos los sanitarios subidos a las escaleras de las salidas de emergencia del hospital. Porque la misión de esta Virgen no sólo estuvo en el ... lugar más olvidado, donde supuran las llagas más profundas de la sociedad, por donde se desangra la ciudad en su indiferencia. La encomienda también estuvo en el Infantil, probablemente el espacio más gélido de Sevilla. Allí donde reina la desesperanza, aquel sitio donde se desintegra la fe entre quienes tienen a un hijo conectado a una máquina de quimioterapia. Por eso llegó la Virgen con el poema amargo de Font de Anta y se fue con los campanilleros y con la nana de su madre Santa Ana.
Ayer, en el día de San Lucas, patrón de los médicos, la Esperanza se volvió a las ventanas cerradas hasta colocarse delante de las camillas. Se puso entre un revuelo de pañuelos, como esos angelitos que rompen a cantar en la melodía popular de cada 26 de julio, para decirles que hay arrullos que curan. Que cuando la Señá Santa Ana le entonaba al Niño en su regazo, la luna, las estrellas y los pajarillos se unían al coro. Y aquella armonía que sigue viva en Triana sonó también en la voz temblorosa de la enfermera que apretaba la mano de aquel niño de no más de 7 años, o en la pequeña que le llevó un clavel rosa detrás del manto verde donde se han posado estos días los recién nacidos del nuevo barrio de la Esperanza. Porque aquí todo era la simbología más rotunda: la música, la letra y los colores.
Mientras la Virgen se despedía sin perder el compás de la abuela, entre los tubos ya de la ciudad sanitaria, atrás se quedaba un silencio que envolvía los cuerpos cansados. Allí quedó prendida en la brisa de la mañana una nota tintineando como el cascabel. Quizá era el último aliento del flautín, o quizá el suspiro de una salve que no se extingue nunca. Porque la Esperanza pasó con su son. Lo hizo ofreciendo el pañuelo, gran metáfora del arrabal, que lo coloca en su mano derecha extendida porque no está ahí para secar su llanto, sino el que deja al pasar entre el pueblo que le reza.
Hoy la Virgen, de regreso a casa, ya no es sólo de Triana. Porque ese barrio habita en un mito que se ha disgregado a las periferias. Sus vecinos viven en los polígonos, y hasta allí llegó la Esperanza en estas dos semanas que han servido para ilustrar a la ciudad que aquella tierra perdida no tiene tantos muros y que también es Sevilla. Esa ha sido su misión. Y en su camino, la visita al hospital para proclamar el título de la marcha que integra la nana, el nombre que le puso el trianero Emilio Vara a la música de Carlos Guillén: 'Creo en la Esperanza'.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete