Motopapi 28F

Entendiendo su propósito, no parece haber descubierto el mar. Durante muchos años hemos culpado al Partido Socialista de haber pervertido aquella ilusión colectiva con la que despertó un pueblo decidido a escapar del secular atraso al que el centralismo lo había sometido durante siglos. Y pasó lo que pasó. Aquí no cabe. Hasta el punto de que después de perder por primera vez en 2018 la hegemonía de una tierra que creyó siempre suya, en 2022 se encontró no sólo con una inaudita mayoría absoluta del PP. También con que el centro derecha que un día pregonó contra el autogobierno le arrebataba la blanca y verde. Eso sí, con un andalucismo de nuevo cuño. Amplio e inclusivo, lo definieron.

Es de justicia separar el polvo de la paja. Limpiar la historia oficial de toda la mácula que le imprimió el rodillo durante tanto tiempo. Sí. Pero dejando a un lado la nostalgia, lo verdaderamente necesario es hacer la autocrítica precisa para comprobar en qué ha ayudado a Andalucía su autonomía. Y sobre todo, tanto tiempo después, mirar hacia adelante y saber en qué puede contribuir a futuro.

Al presidente Moreno no se le cae de la boca su «orgullo» de ser andaluz. Es cierto que muchas percepciones, desde dentro y desde fuera, se han modificado en los últimos tiempos gracias a la fuerza que ha impelido el cambio de gobierno. Pero al margen de la propaganda oficial, hay brechas que siguen castigando a nuestra tierra y no la separan del rincón de pensar. Bien que nuestro 'motopapi' nos regale por el 28F unos premios Grammy latinos. Que se abrace con David Bisbal y que rejunte a El Cordobés con El Cordobés. Pero pasada la fiesta, dejaremos de perrear. Y necesitamos mucho más.